Pero tenía que poner cierta distancia entre ellos o acabaría haciendo que lamentaría más tarde.
—¿Faith?
—¿Sí?
—Cuando termine esta canción, nos vamos.
Ella levantó la cara.
—Pero si solo son las once… ¿No es muy temprano para marcharnos?
—No para unos recién casados. La gente pensará que… bueno, ya sabes.
—Ah, sí, claro.
Faith se apartó entonces. Se había alejado de él. Y Stone se dio cuenta de que eso no le gustaba un pelo.
—¿Faith?
—¿Sí?
No podía alejarse, no podía separarse de ella un centímetro más.
—Tengo que besarte.
—¿Qué? Pero si has dicho… has dicho que no…
—Apariencias —la interrumpió él—. Voy a besarte para que nadie dude de por qué nos marchamos.
Mentiroso. Iba a quemarse en el infierno.
—Ah.
Solo dijo eso: «Ah». Era tan frágil, tan vulnerable. Le había dolido que dijera eso. ¿Cómo era posible que una mujer como Faith no supiera lo atractiva que era? La respuesta era sencilla: nunca había estado rodeada de hombres babeando por ella.
—Eres la mujer más deseable que conozco —suspiró Stone—. Y si quieres saber la verdad, me está costando un mundo no hacer algo… que pudiera lamentar más tarde.
Faith se quedó en silencio durante unos segundos.
—¿De verdad? —preguntó por fin, dudosa.
—De verdad.
—Sí, bueno… no tendríamos por qué lamentarlo —dijo ella entonces, mirándolo a los ojos.
Su cuerpo le pedía que la llevara a algún sitio oscuro, pero se resistió. No pensaba cometer ese error. Tenía que besarla, pero solo sería un besito. Solo un beso para saciar aquel absurdo deseo adolescente.
—Sería un acto egoísta. Tú tienes toda la vida por delante y necesitas tiempo para experimentar, para conocer gente…
Ella no dijo nada, solo bajó los ojos. Y eso tampoco le gustó.
Stone tomó su barbilla con un dedo y buscó su boca. Y entonces el mundo se detuvo.
Había querido darle un beso que pareciera romántico a todos los que estaban mirando, pero en cuanto sintió la inocencia de sus labios, el deseo explotó en sus entrañas.
Debía recordar que era una niña y que él era su tutor, le gustase o no. No quería asustarla, pero realmente era difícil no dejarse llevar por la pasión.
Sin embargo, Faith no parecía asustada. Todo lo contrario. Dejó escapar un gemido y Stone tuvo que contenerse más que nunca. No podían seguir o acabaría pasando algo terrible.
Estaban en una pista de baile rodeados por cientos de personas de la alta sociedad neoyorquina. Aunque quisiera ir más allá, aquel no era el sitio más adecuado.
Ni aquel sitio ni ningún otro, se recordó a sí mismo.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano, por fin consiguió apartarse.
—¿Stone?
—Eso los habrá convencido —murmuró él, con voz ronca—. Gracias.
No podía seguir bailando con ella, no podía seguir teniéndola en sus brazos. Iban a vivir juntos durante doce meses y era su tutor, se recordó a sí mismo por enésima vez, desesperado.
La respetaba demasiado como para acostarse con ella solo por capricho. No amaba a Faith y no quería engañarla.
Ella era tan inocente que seguramente confundiría el sexo con el amor.
Y el amor era una emoción que no le resultaba familiar. De hecho, estaba seguro de que no existía realmente. Solo era una palabra bonita para adornar el deseo, la atracción física. No había visto nunca a dos personas enamoradas que no se sintieran atraídas físicamente la una por la otra. Y cuando esa atracción desaparecía, en general no había suficientes cosas para mantener unida a una pareja. Sus padres eran buen ejemplo de eso.
Volvieron a casa en silencio.
Stone le dio las buenas noches al pie de la escalera y la vio subir con su precioso vestido de capas azules mientras él iba al despacho, con la excusa de comprobar el correo electrónico.
No quería estar en el piso de arriba mientras ella se desnudaba, no quería oír cómo la tela del vestido caía al suelo.
Era demasiado joven, demasiado guapa, demasiado inocente. Y estaba demasiado cerca.
Tenía que alejarse de Faith como fuera.
Pasaron dos semanas. Les quedaban cuarenta y nueve para terminar el año, se dijo Faith un miércoles por la mañana.
Aunque daba igual, porque Stone y ella nunca estaban a solas. Se marchaba a trabajar muy temprano y volvía lo más tarde posible. Casi nunca cenaban juntos y sus días eran largos y aburridos.
Lo único bueno era el tiempo que pasaba con su madre. Iban al parque o de compras por la Quinta Avenida… Siempre estaba sonriendo y nunca la había visto tan feliz.
—¿Estás cansada? —le preguntó una mañana.
—¿Cansada? Lo único que hago es mover la cabeza para ver las cosas. En la silla de ruedas voy muy cómoda —sonrió Naomi Harrell.
Pero Faith sabía que, aunque no quería reconocerlo, la enfermedad avanzaba a pasos agigantados. El lunes la había llevado al oftalmólogo para cambiar sus gafas y el médico la llevó aparte para decirle que empezaba a tener un problema de visión doble, algo muy común en los pacientes de esclerosis múltiple.
La preocupación por su madre hacía que el tiempo que pasaba con ella fuera muy especial.
Entonces pensó en Stone y lo que había dicho de Eliza: «¿Tan difícil era hacer que un crío de seis años se sintiera especial para su madre?».
Su resentimiento era evidente. Pero Faith había visto el dolor en los ojos de Eliza en más de una ocasión. Hubiera hecho lo que hubiera hecho en el pasado, su hijo le importaba.
Y una mujer que quiere a su hijo debía tener una muy buena razón para dejarlo cuando solo tenía seis años.
¿Cuál sería esa razón?
Por impulso, tomó la agenda y buscó un número de teléfono. Unos minutos después estaba hablando con su suegra.
—¡Faith, qué sorpresa! ¿Qué tal va tu nueva vida de casada?
—Muy bien, gracias —contestó ella. Terreno peligroso. Sería mejor alejarse de allí cuanto antes—. He llamado para invitarte a comer un día que tengas tiempo.
Al otro lado del hilo hubo un silencio.
—Me encantaría —dijo Eliza por fin—. ¿Cuándo y a qué hora?
El sábado por la noche, Faith y Stone fueron a un estreno en Broadway. Era un musical basado en la vida de Abraham Lincoln, que terminaba con el asesinato del presidente en un teatro. El público contuvo el aliento antes de prorrumpir en aplausos.
Faith se puso uno de los vestidos que Stone le había regalado y, de nuevo, el collar de zafiros y diamantes.
Desde la cena benéfica apenas se habían visto, pero no tenía razones para quejarse. Aquel era el acuerdo. Se casarían y se portarían como amigos. Y eso era lo que estaban haciendo.
Cuando terminó el musical, entraron en la sala donde los actores celebraban una recepción privada para los amigos y benefactores del teatro.
—Es una función estupenda y creo que estará mucho tiempo en cartel —dijo Stone.
—Estoy de acuerdo —asintió Faith—. Ah, mira esa escultura de hielo…
Sobre la mesa del catering había una escultura de hielo representando a Abraham Lincoln, con su famoso perfil.
—La gente del teatro es muy original.
—¿Sabes que es la primera vez que vengo a un estreno?
—Yo suelo venir a menudo. Además, aporto una cantidad de dinero anual para la Asociación de actores.
—Qué buena idea.
—Mira, tengo que hablar con un par de personas. Volveré dentro de un minuto.
—Voy contigo.
—No, tengo que hablar de negocios. Pero no te preocupes, vuelvo enseguida.
Faith lo observó perderse entre la multitud. «Tengo que hablar de negocios», había dicho. Stone parecía decidido a mantenerla alejada de aquella parte de su vida.
Faith comió y esperó. Y esperó.
Empezaba a cansarse de esperar cuando se fijó en un grupo de gente que había a su izquierda. Estaban rodeando a uno de los protagonistas de la obra.
Muy bien. Si Stone no tenía interés por estar con ella, tendría que divertirse de otra forma, pensó. Nunca se habría atrevido a acercarse al actor si no estuviera rodeado de admiradores, pero se había quedado impresionada con su interpretación y quería decírselo.
Cuando se acercó, el joven actor tomó su mano.
—Quería decirle cuánto me ha gustado su trabajo.
—Muchísimas gracias —sonrió él, mostrando unos dientes blanquísimos—. Estoy muerto de hambre. ¿Me acompaña a tomar algo?
—Sí, claro.
—¿Puedo tutearte?
—Por supuesto —sonrió Faith.
—¿Y cómo te llamas? Estoy en desventaja porque tú sabes cómo me llamo.
—Faith… Faith Lachlan.
—Encantado de conocerte, Faith. Por favor, dime que no has venido con nadie.
Vagamente alarmada, ella soltó su mano.
—Lo siento. He venido con mi marido.
—Pues no parece estar cuidando muy bien de ti.
—Yo siempre cuido de mi mujer.
Faith se dio la vuelta. Stone estaba mirando al actor con cara de pocos amigos.
—Ah, el marido.
—Veo que ya conoce a mi esposa.
—Pues sí. Acabamos de presentarnos —dijo el actor—. Perdone. Pensé que no estaba con nadie. Ningún hombre sensato dejaría sola a una mujer así —añadió, antes de darse la vuelta.
Stone la tomó por la cintura.
—Baila conmigo.
—Muy bien —dijo Faith, un poco sorprendida por su actitud.
—¿Le has dicho que dentro de once meses podrás tontear con quien te dé la gana?
¿Qué? Ella lo miró, perpleja.
—No…
—Déjalo. Ya me lo contarás más tarde, cuando estemos solos —la interrumpió él.
—¡Un momento! —exclamó Faith entonces.
—No hagas una escena.
—¿Que no haga una escena? Eres tú quien la está haciendo —le espetó ella—. Quiero irme a casa ahora mismo.
—Muy bien. Nos iremos a casa.
—He dicho que quiero irme a casa. Sola —replicó Faith, furiosa—. Suéltame, me marcho.
—Faith…
—¡He dicho que me sueltes! —exclamó ella, con los ojos llenos de lágrimas.
—No llores, por favor.
—No estoy llorando, estoy furiosa. No tonteaba con ese hombre y si no quieres que hable con nadie, no deberías haberme dejado sola media hora.
Intentaba apartarse de él, pero Stone la tenía sujeta por la cintura.
—Lo siento, cariño…
—Más lo siento yo.
—Perdona, de verdad. Estaba celoso y… por favor, no llores.
Antes de que pudiera evitarlo, Stone inclinó la cabeza para buscar sus labios.
Faith intentó seguir furiosa, pero el calor de su boca la derretía por dentro. Dejando escapar un gemido, enredó los brazos alrededor de su cuello y sintió la mano masculina en la espalda, apretándola tanto que casi le hacía daño.
Cómo lo deseaba. Y él la deseaba también. Su pulso se aceleró al notar el franco deseo del hombre.
«Estaba celoso…»
Esas palabras se repetían en su cabeza una y otra vez. Estaba celoso. Llevaba semanas intentando evitarla a toda costa y, sin embargo, la estaba besando, apretándola contra su pecho como si no quisiera soltarla nunca.
—Mi mujer —murmuró Stone sobre sus labios—. Eres mi mujer.
Su mujer… de cara a los demás. ¿Solo era eso para él? Las esperanzas de Faith se hundieron en el abismo de nuevo. ¿Solo la había besado para reclamarla como suya delante de la gente?
No quería creerlo, pero…
Un minuto después estaban en el coche.
—¿Stone?
—¿Sí?
—¿Qué vamos a hacer?
—Nos vamos a casa.
—No me refiero a eso. Me refiero a nosotros, a nuestra relación.
—Faith… ya hemos hablado de eso.
—Sí, pero…
—La respuesta es no. Da igual lo que tú quieras o lo que yo quiera. Acostarnos juntos sería un error y…
—¿Estás intentando convencer a mí o convencerte a ti mismo? —lo interrumpió ella.
—Seguramente las dos cosas —suspiró Stone.
Capítulo 6
—Hola, Faith. Gracias por invitarme a comer —sonrió Eliza.
Habían pasado dos semanas desde el episodio del teatro y, por fin, su suegra y ella encontraron un momento para verse.
—Gracias a ti por venir.
—La verdad, me apetece que nos conozcamos un poco mejor.
—A mí también —dijo Faith, acompañándola al comedor—. Lamento que Stone no haya podido venir, pero es que tenía una reunión importante.
—Seguro que descubrió su importancia al enterarse de que yo venía a comer —sonrió Eliza.
Faith no lo negó. ¿Para qué?
—Espero que esta invitación no haya sido causa de discusiones entre los dos.
—No, claro que no.
Eso era cierto. Porque para discutir primero tendrían que hablar. La reacción de Stone cuando le dijo que había invitado a su madre a comer fue: «Tengo reuniones todo el día, así que no podré venir».
Qué sorpresa.
—Cuéntame qué tal va todo. ¿La prensa os da mucho la lata?
—No tanto como temía, la verdad.
—Ahora que Stone se ha casado supongo que a los periodistas les interesa menos. A menos que sigáis dándoles momentos como en la recepción de Broadway…
Faith se puso colorada. Habían aparecido fotografías en todas las revistas. Fotos de ella hablando con el actor, de Stone tomándola del brazo y… del beso. La situación estaba clarísima para todo el mundo. Stone Lachlan se había puesto celoso.