—Entonces, cuando oíste el disparo, ¿estabas en casa?
Ella asintió.
—Entonces recordé la pistola. Si Hassan la había dejado allí, comprometería a Harry. Por mucha aversión que sintiera hacia él, no podía permitir que le acusaran de asesinato. Por eso me arriesgué de aquel modo.
Sentí un inmenso alivio, y también vergüenza de haber dudado de ella.
—Estoy convencido de que Jeff Hawkins cree que lo hiciste tú —dije.
—Te aseguro que no me quita el sueño —dijo riendo.
Me acerqué más a ella y la rodeé con el brazo.
—¿Estoy perdonado? —pregunté.
Asintió con la cabeza y apoyó la cabeza en mi hombro.
—Me parece increíble la manera en que se han cruzado nuestros caminos —dije—. Un día más, y yo me habría marchado.
—Es el destino, querido —murmuró ella.
Sonreí para mis adentros, pues Jeff me había mencionado en una carta que Julia había ido a despedirse y le había preguntado dónde estaba yo.
Pero no dije nada. Y aún hoy, Julia no lo sabe. Después de todo, hay cosas que es mejor no decir nunca a una mujer, especialmente si es la propia esposa.