* El segundo animal más veloz del Disco es el ratón de biblioteca taumatúrgica. Esta subespecie de ratón ha evolucionado en bibliotecas de textos mágicos donde es necesario comer extremadamente deprisa para evitar el ser afectado por las radiaciones taumicas. Un ratón de biblioteca taumatúrgica adulto puede abrirse paso por todo un estante de libros royéndolos a tal velocidad que lo habitual es que acabe rebotando en la pared.
[24] El papel de los oyentes nunca ha sido apreciado como se merece, a pesar de que es un hecho ampliamente conocido que la mayoría de las personas nunca escuchan a los demás. Lo habitual es utilizar el tiempo en que el otro habla para pensar en lo que dirás a continuación. Las culturas orales siempre han reverenciado a los escasísimos Oyentes natos y los han considerado como un auténtico tesoro nacional. Los bardos y los poetas proliferan como hongos, pero un buen Oyente es muy difícil de encontrar e incluso en el caso de que consigas encontrar uno hay muchas posibilidades de que no vuelvas a verle el pelo en toda tu vida.
[25] Estaba equivocado. La naturaleza aborrece las anormalidades dimensionales y hace todo lo posible para sellarlas y esconderlas allí donde no puedan poner nerviosa a la gente. De hecho, la naturaleza aborrece un montón de cosas, incluidos los vacíos, los barcos llamados Marie Celeste y esas llavecitas prácticamente imposibles de manejar que sirven para cambiar las barrenas de los taladros eléctricos.
[26] Por lo que en lenguaje colonial era conocido como la chabola del Genio.
[27] Sí, ésta a la que no hay forma de llegar con la paja.
[28] Pero no inmediatamente, claro está, pues los mensajes cambian al ser repetidos y algunos antepasados tenían ciertas dificultades para vocalizar y otros estaban intentando ayudar lo más posible y colaboraban añadiendo lo qué creían que eran palabras perdidas a lo largo de la cadena. Originalmente el mensaje recibido por Teppicamón empezaba así: «La tía estaba esposada a la cama y tenía sed.»
[29] Una cultura menos reseca habría utilizado las palabras «un mar».