Papá Puerco (Mundodisco, #20) – Terry Pratchett

Con un pie accionó el dispositivo de poscombustión mientras con el otro hacía girar la válvula del cilindro del óxido nítrico.

Ridcully dio una serie de golpecitos en las bocas de los grifos.

No pasó nada. Volvió a mirar los controles y se dio cuenta de que nunca antes había tirado de lapalanquita de latón que decía «Conexión con el órgano».

Hizo precisamente eso. Pero aquello no causó ningún torrente de agradable acompañamiento musical al baño. No hubo mas que un ruido sordo y un gorgoteo lejano que fue aumentando de volumen.

Por fin se rindió y continuó enjabonándose el pecho.

—…la carrera de los ciervos, el jugueteo del… ¿eh? ¿ Qué…?

Aquel mismo día hizo que volvieran a entablar la entrada del baño y que pusieran un letrero en la puerta que decía: «No usar bajo ninguna circunstancia. Esto es IMPORTANTE».

Sin embargo, cuando Modo entabló la puerta no metió los clavos del todo, sino que dejó que sobresalieran un poquito para después poder cogerlos con las tenazas, cuando le dijeran que los sacara. Nunca cuestionaba nada y nunca se quejaba, simplemente tenía un buen conocimiento profesional de la mente de los magos.

El jabón no llegaron a encontrarlo nunca.

* * *

Ponder y sus compañeros de clase miraron a Hex con cautela.

—No puede pararse, ya sabes, sin más —dijo Adrián «Loco Drongo» Turnipseed.

—Las hormigas no se mueven —dijo Ponder. Suspiró—. Muy bien, vuelve a poner la cosa de las narices.

Adrián volvió a colocar con cuidado el osito de peluche pequeño y mullido encima del teclado de Hex. Las cosas empezaron a zumbar de inmediato. Las hormigas reanudaron el trote. El ratón soltó un chillido.

Ya habían probado lo mismo tres veces.

Ponder volvió a mirar la única frase que Hex había escrito. +++ ¡Es Mío! ¡Buaaaaa! +++

—La verdad es —dijo en tono lúgubre— que creo que no quiero decirle al archicanciller que esta máquina para de funcionar si le quitamos su osito de peluche. Simplemente creo que no quiero vivir en un mundo así.

—Ejem… —dijo Loco Drongo—. Siempre se puede, ya sabes, decir que necesita funcionar con el OPM activado…

—¿Y eso te parece mejor? —preguntó Ponder, reticente. Ni siquiera se podía decir que fuera una representación muy realista de un oso.

—¿Me preguntas si es mejor que «osito de peluche» mullido?

Ponder asintió:

—Sí, es mejor —dijo.

* * *

De todos los regalos que Papá Puerco le había traído a él, le dijo Gawain a Susan, el mejor de todos era la canica. ¿Qué canica?, le dijo ella.

Y él le dijo: la canica de cristal que encontré en la chimenea. Gana todas las partidas. Parece moverse de forma distinta.

* * *

Los mendigos emprendieron su caminata errática y ocasionalmente orientada hacia atrás por las calles de la ciudad, mientras empezaba a caer la primera nevada matinal.

De vez en cuando uno de ellos eructaba felizmente. Todos llevaban gorritos de papel, salvo Viejo Apestoso Ron, que se había comido el suyo.

Se iban pasando una lata de mano en mano. Contenía una mezcla de buenos vinos y licores con algo enlatado que Arnold Ladeado había robado de detrás de una fábrica de pinturas en el camino de Fedre.

—El ganso estaba bueno —dijo el Hombre del Pato, hurgándose en los dientes.

—Me ha extrañado que te lo comieras, con el pato ese que llevas en la cabeza —dijo Ataúd Henry, hurgándose en la nariz.

—¿Qué pato? —preguntó el Hombre del Pato.

—¿Qué era esa cosa grasienta? —preguntó a su vez Arnold Ladeado.

—Eso, querido amigo, era páté de foie gras. Importado de Genua, apuesto. Y muy bueno.

—Pues da ganas de tirarse pedos, ¿no?

—Ah, el mundo de la haute cuisine —dijo el Hombre del Pato en tono feliz.

Alcanzaron, de aquellas maneras, la puerta de atrás de su restaurante favorito. El Hombre del Pato se detuvo a mirarlo con cara soñadora y los ojos entelados por el recuerdo.

—Yo solía cenar aquí casi todas las noches —dijo.

—¿Y por qué lo dejaste? —dijo Ataúd Henry.

—La… verdad es que no lo sé —dijo el Hombre del Pato—. El recuerdo es… borroso, me temo. En la época en que yo… creo que era otra persona. Pero aun así… —dijo, dando unos golpecitos en la cabeza de Arnold—, tal como se suele decir, «Mejor comer botas viejas donde hay amistad que un buey engordado con odio nada más». Adelante, por favor, Ron.

Colocaron a Viejo Apestoso Ron delante de la puerta de atrás y luego llamaron. Cuando un camarero salió a abrir, Viejo Apestoso Ron sonrió, dejando al descubierto lo que quedaba de sus dientes y también su célebre halitosis, que seguía estando allí entera.

—¡Mano de milenio y gamba! —dijo, saludando con una reverencia.

—«Felices fiestas» —tradujo el Hombre del Pato. El hombre se dispuso a cerrar la puerta pero Arnold Ladeado estaba preparado para aquello y bloqueó el cierre con la bota[23].

—Hemos pensado que tal vez les gustaría a ustedes que viniéramos a la hora de comer y cantáramos una alegre tonada de la Vigilia para sus clientes —dijo el Hombre del Pato. A su lado, Ataúd Henry emprendió uno de sus ataques volcánicos de tos, que hasta sonaban verdes—. Gratis, por supuesto.

—Porque es la Vigilia de los Puercos —dijo Arnold.

A pesar de tener demasiada mala reputación hasta para pertenecer al Gremio de Mendigos, aquellos mendigos vivían bastante bien para sus propios estándares bajísimos. Aquello se debía por lo general a la aplicación meticulosa del Principio de Certeza. La gente les daba toda clase de cosas a cambio de la certeza de que se iban a marchar.

Unos minutos más tarde se alejaron de allí, empujando a un feliz Arnold, que estaba rodeado de paquetes envueltos a toda prisa.

—La gente puede ser muy amable —dijo el Hombre del Pato.

—Mano de milenio y gamba.

Arnold empezó a investigar las caritativas donaciones mientras los demás maniobraban su carrito por entre los montones de nieve y el fango de la nieve a medio derretir.

—Tiene un sabor… familiar —dijo.

—¿Familiar como qué?

—Como barro y botas viejas.

—¡Quita! Pero si eso es papeo pijo.

—Sí, sí… —Arnold masticó un momento—. No os parece que nos hayamos vuelto pijos de repente, ¿verdad?

—No sé. ¿Tú eres pijo, Ron?

—Quesejoda.

—Sí. A mí me suena pijo.

La nieve empezó a cuajar suavemente sobre el río Ankh.

—Aun así… Feliz Año Nuevo, Arnold.

—Feliz Año Nuevo, Hombre del Pato. Y a tu pato también.

—¿Qué pato?

—Feliz Año Nuevo, Henry.

—Feliz Año Nuevo, Ron.

—¡Quesejodan!

—Y dios nos bendiga a todos —dijo Arnold Ladeado. La cortina de nieve los ocultó a todos de la vista.

—¿Qué dios?

—No sé. ¿Cuáles tienen por ahí?

—¿Hombre del Pato?

—¿Sí, Henry?

—¿Sabes ese buey engordado que decías antes?

—¿Sí, Henry?

—¿Cómo lo han engordado con odio? ¿Es que se les acabó la hierba o algo?

—Ah… es más bien un refrán, Henry.

—¿No es un buey?

—No exactamente. Lo que quería decir es…

Y después ya solamente hubo nieve.

Al cabo de un rato, empezó a derretirse bajo el sol.

Notes

[1] O sea, los que merecen que se derrame su sangre. O tal vez no. Con algunos niños nunca se sabe.

[2] Esta conversación contiene casi todo lo que hace falta saber sobre la civilización humana. Por lo menos, sobre aquellas partes de la misma que ahora están bajo el mar, encerradas tras unas verjas o todavía humeando.

[3] Es algo triste y terrible el que la gente de alta cuna realmente haya pensado que a los sirvientes se los puede engañar metiendo los licores en licoreras astutamente etiquetadas del revés. Y también el que a lo largo de la historia los mayordomos más concienciados políticamente hayan confiado, y de forma bastante más justificada, en que la gente para la que trabajan no se dé cuenta de que la botella de whisky ha sido rellenada con aniro.

[4] Bombón no era una persona a la que se le hicieran preguntas, salvo preguntas del tipo: «S-s-s-si le doy todo mi dinero, ¿tal vez podría usted no romperme la otra pierna, muchísimas gracias?».

[5] A Alambrera le venía el nombre de su contribución personal a esta especializada técnica de eliminación de residuos conocida como «zapatos de cemento». Un inconveniente desafortunado del proceso era la tendencia de ciertas partes del cliente a desprenderse con el tiempo y salir a flote, lo cual causaba muchas habladurías entre la población general. Aquello, había dicho él, se podía solucionar con una cantidad suficiente de alambrera, que al mismo tiempo permitía la entrada de cangrejos y peces para que llevaran a cabo su crucial tarea de reciclaje.

[6] El submundo de Ankh-Morpork, que era tan grande que el sobre-mundo se le sostenía encima como una gallinita diminuta intentando empollar un nido de huevos de avestruz, ya tenía a Dave el Grande, Dave el Gordo, Dave el Loco, Davey el Chiquitín y Dai el Larguirucho. Todo el mundo tenía que encontrar su parcela.

[7] Había hecho lo que había podido. Pero negro, púrpura y amarillo vómito no formaban una buena combinación de colores para las guirnaldas de papel, y ninguna muñequita de hada de la Vigilia de los Puercos debería estar clavada por la cabeza.

[8] Como el Hada de la Llave de Ajuste de Brocas del Taladro Eléctrico.

[9] Que era (de acuerdo con la madre de Sideney) bastante buen partido porque su padre era propietario de la mitad de una tienda de tartas de anguila en la calle del Brillo, seguro que la conoces, no le falta ni un solo diente y tiene una pierna de madera que casi no se nota, tiene una hermana que se llama Continencia, una chica encantadora, a ver si la invito a tomar el té un día que vengas de visita, aunque últimamente ya no se deja ver nunca mi hijo el Gran Mago, y nunca se sabe, porque si la cosa de la magia no sale bien, mira oye, ser propietario de la cuarta parte de un negocio boyante de venta de tartas de anguila no es moco de pavo…

[10] Es decir, no cosas que él quisiera hacer o que quisiera que le hicieran. Simplemente cosas con las que soñaba, en lo más oscuro de una mala noche.

[11] De hecho, a los ocho años se encontró una colección de cráneos de animales en un desván, legado de un antiguo duque de mente inquieta. Su padre se encontraba un poco distraído con los asuntos de estado y ella consiguió veintisiete dólares antes de que la descubrieran. Visto el asunto con perspectiva, la muela de hipopótamo fue un error.

Ya entonces no la asustaban las calaveras.

[12] La CEI siempre estaba dispuesta a luchar por los derechos de los diferentemente altos, y no la disuadía el hecho de que a la mayoría de los duendes y gnomos no les interesaba lo más mínimo vestirse con sombreritos puntiagudos con cascabeles cuando había cosas mucho más interesantes que hacer. Todo aquel rollo de los cascabelitos era para los viejos que se habían quedado en el bosque: cuando un hombre diminuto llegaba a Ankh-Morpork lo que quería hacer era emborracharse, patear unos cuantos tobillos e ir en busca de mujeres diminutas. De hecho, ahora la CEI tenía que pasar tanto tiempo explicándole a la gente que no tenían suficientes derechos que apenas les quedaba tiempo para luchar por los mismos.

[13] A menudo vivían de acuerdo a una escala temporal adecuada a sus necesidades. Muchos de los más veteranos, claro, vivían completamente en el pasado, pero varios eran como el profesor de Antropía, que había inventado todo un sistema temporal basado en la creencia de que todos los demás eran una mera ilusión.

Hay mucha gente consciente de los Principios Antrópicos Débil y Fuerte. El Débil dice básicamente que resulta completamente asombroso que el universo se construyera de tal forma que los humanos pudieran evolucionar hasta el punto de ganarse la vida en, por ejemplo, universidades, mientras que el Fuerte, por el contrario, dice que el sentido mismo del universo es que los humanos puedan no solamente trabajar en universidades, sino también escribir a cambio de grandes sumas de dinero libros con palabras como «Cósmico» y «Caos» en el título.**

El profesor de Antropía de la UI había desarrollado el Principio Antrópico Especial e Inevitable, que decía que todo el sentido de la existencia del universo era la evolución con el paso del tiempo del profesor de Antropía de la UI. Pero aquello no era más que el postulado formal de una teoría en cuya certeza cree en secreto absolutamente todo el mundo, cambiando solamente algunos detalles menores del tipo «ponga su nombre aquí».

** Y son correctos. Está claro que el universo funciona en beneficio de la humanidad. Esto se puede ver fácilmente en el hecho conveniente de que el sol salga por la mañana, que es cuando la gente está lista para empezar el día.

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