Papá Puerco (Mundodisco, #20) – Terry Pratchett

—Ah, está fresco como una rosa —dijo Ridcully en tono jovial.

—No veo por qué —dijo el catedrático de Estudios Indefinidos—. Solamente porque pueda hacer cosas con números no quiere decir que todo lo demás esté bien.

—Ni falta que hace —dijo Ridcully—. A lo que tiene que dedicarse es a los números. Puede que el pobre tipo esté un poco gaga, pero he estado leyendo sobre el tema. Es uno de esos idiotas sirvientes.

—Sapientes —dijo el decano con paciencia—. Se dice sapientes, Ridcully.

—Lo que sea. Esos tipos que pueden calcular en qué día cayó el primero de grunio de hace cien años…

—… Martes… —dijo el tesorero.

—… pero no saben atarse los cordones de las botas —concluyó Ridcully—. ¿Qué hacía un cadáver dentro de su armario? Y que nadie diga «no gran cosa» ni nada de mal gusto por el estilo. No hemos tenido un cadáver en el armario desde aquel asunto con el archicanciller Hebilla.

—Todos avisamos a Hebilla de que la cerradura iba demasiado dura —dijo el decano.

—Solamente por curiosidad, ¿por qué andaba el tesorero husmeando en su armario a estas horas de la noche? —preguntó Ridcully.

Los magos pusieron caras avergonzadas.

—Estábamos… jugando a las sardinas, archicanciller—dijo el decano.

—¿Y qué es eso?

—Es como el escondite, pero cuando encuentras a alguien te tienes que apretujar con él donde esté —dijo el decano.

—A ver si lo he entendido bien —dijo Ridcully—. ¿Los magos de mi claustro han pasado la velada jugando al escondite?

—Oh, no todo el tiempo —dijo el catedrático de Estudios Indefinidos—. Hemos jugado también a los pasos de la abuela y a veo, veo, ya ves, hasta que el Prefecto Mayor ha montado una escena solamente porque no le dejábamos escribir araña con hache.

—¿Juegos de fiesta? ¿Vosotros? —El decano se le acercó con aire confidencial.

—Es la señorita Smith —murmuró—. Si no participamos, se echa a llorar.

—¿Quién es la señorita Smith?

—El Hada del Buen Humor —dijo el conferenciante de Runas Recientes con tristeza—. Si no le dices que sí a todo, se le pone a temblar el labio como si fuera un plato de gelatina. Es insoportable.

—Solamente nos apuntamos para que dejara de llorar —dijo el decano—. Es asombroso cuánta agua puede contener una sola mujer.

—Si no estamos de buen humor se echa a llorar —dijo el catedrático de Estudios Indefinidos—. Ahora mismo el Prefecto Mayor está haciendo unos juegos malabares para ella.

—Pero ¡si no sabe hacer juegos malabares!

—Creo que eso la está animando un poco.

—Lo que me estáis diciendo entonces es que mis magos están corriendo por ahí y jugando a juegos de niños solamente para animar a un hada deprimida.

—Esto… sí.

—Yo pensaba que había que dar palmadas y decir que creías en ellas —dijo Ridcully—. Que alguien me corrija si me equivoco.

—Eso es solamente para las hadas pequeñitas y resplandecientes —dijo el conferenciante de Runas Recientes—. No para las que llevan chaquetas de punto empapadas con media docena de pañuelos embutidos en las mangas. Ridcully volvió a mirar el cadáver.

—¿Alguien sabe quién es? Para mí que tiene pinta de rufián. ¿Y dónde están sus botas, si no es mucho pedir?

El decano se sacó un cubito de cristal del bolsillo y lo pasó por encima del cadáver.

—La lectura táumica es bastante grande, caballeros —dijo—. Creo que ha llegado aquí por medio de la magia.

Hurgó en los bolsillos del hombre y sacó un puñado de cosas blancas y pequeñas.

—Puaj —dijo.

—¿Dientes? —dijo Ridcully—. ¿Quién anda por ahí con un bolsillo lleno de dientes?

—¿Alguien que pelea muy mal? —propuso el catedrático de Estudios Indefinidos—. Voy a decirle a Modo que se lleve al pobre diablo, ¿de acuerdo?

—Si podemos obtener una lectura del taumómetro, tal vez Hex… —empezó a decir Ridcully.

—Venga ya, Ridcully —dijo el decano—. De verdad creo que tiene que haber algún problema que pueda resolverse sin tener que acudir a ese maldito molino pensante.

* * *

La Muerte contempló a Hex.

¿UNA MÁQUINA PARA PENSAR?

—Esto… sí, señor —dijo Ponder Stibbons—. Verá, cuando dijo usted… Bueno, verá, Hex se lo cree todo… Pero escuche, el sol va a salir mañana, ¿no? Es su trabajo.

DÉJENOS SOLOS.

Ponder retrocedió un paso y luego salió a toda prisa de la sala.

Las hormigas discurrían por sus tubos. Las ruedas dentadas giraban. La gran rueda con los cráneos de carnero chirriaba lentamente. Un ratón soltó un chillidito desde alguna parte de la maquinaria.

¿Y BIEN?, dijo la Muerte.

Al cabo de un momento, la pluma se puso a escribir.

+++ Me Ha Llegado La Hora De La Gran Palanca Roja +++ Interrogante +++

NO. DICEN QUE TE DEDICAS A PENSAR. DESARROLLA LÓGICAMENTE EL RESULTADO DE QUE LA ESPECIE HUMANA DEJE DE CREER EN PAPÁ PUERCO. ¿SALDRÁ EL SOL? RESPONDE.

Hicieron falta varios minutos. Las ruedas giraron. Las hormigas corrieron. El ratón chilló. Un reloj de arena cayó y quedó colgando de un muelle. Estuvo rebotando inanemente un momento y luego volvió a subir de golpe.

Hex escribió.

+++ El Sol No Saldrá +++

CORRECTO. ¿CÓMO SE PUEDE EVITAR ESO? RESPONDE.

+++ Creencia Regular y Consistente +++

BIEN, TENGO UNA TAREA PARA TI, MÁQUINA PENSANTE.

+++ Sí. Estoy Preparando Una Zona De Memoria de Solo-Escritura +++

¿QUÉ ES ESO?

+++ Usted Diría: Saber Algo En Los Huesos +++

BIEN. AQUÍ ESTÁN TUS INSTRUCCIONES. CREE EN PAPÁ PUERCO.

+++ Sí +++

¿CREES EN ÉL? RESPONDE.

+++ Sí +++

¿CREES… EN… ÉL? RESPONDE.

+++ SÍ +++

Se produjo un cambio en el montón mal armado de conductos y tuberías que era Hex. La enorme rueda se colocó chirriando en una nueva posición. Del otro lado de la pared vino el zumbido de abejas ajetreadas.

BIEN.

La Muerte dio media vuelta para salir de la sala, pero se detuvo cuando Hex empezó a escribir con furia. Regresó y miró el papel que salía.

+++ Querido Papá Puerco, Para La Vigilia De Los Puercos Quiero…

OH, NO. TÚ NO PUEDES ESCRIBIR CAR… —La Muerte hizo una pausa y después dijo:— Sí QUE PUEDES, ¿VERDAD?

+++ Sí. Tengo Derecho +++

La Muerte esperó a que la pluma se detuviera y cogió el papel.

PERO TÚ ERES UNA MÁQUINA. LAS COSAS NO TIENEN DESEOS. EL POMO DE UNA PUERTA NO QUIERE NADA, AUNQUE SEA UNA MÁQUINA COMPLEJA.

+++ Todas Las Cosas Anhelan +++

TIENES RAZÓN —dijo la Muerte.

Pensó en los pétalos rojos y diminutos que vivían en las fosas a oscuras y siguió leyendo hasta el final de la lista.

NO SÉ QUÉ SON LA MAYORÍA DE ESTAS COSAS. Y NO CREO QUE EL SACO LO SEPA TAMPOCO.

+++ Lamento Eso +++

PERO HAREMOS LO QUE PODAMOS —dijo la Muerte.— FRANCAMENTE, ME VOY A ALEGRAR CUANDO SE ACABE ESTA NOCHE. ES MUCHO MÁS DURO DAR QUE RECIBIR.

Hurgó en su saco.

VAMOS A VER… ¿CUÁNTOS AÑOS TIENES?

* * *

Susan subió la escalera con mucho cuidado y con una mano en la empuñadura de la espada.

A Ponder Stibbons le había preocupado encontrarse a sí mismo, como mago, esperando la llegada de Papá Puerco. Es asombroso cómo la gente se define roles para sí misma y le pone esposas a su experiencia y se siente constantemente sorprendida por las cosas que un universo ruleta les depara. Aquí estoy yo, dicen, un simple pescadero al por mayor, a los controles de un avión de pasajeros enorme porque resulta que toda la tripulación ha comido el Pollo Coronación. ¿Quién lo habría pensado? Aquí estoy yo, un ama de casa que simplemente salió esta mañana para ingresar en el banco la recaudación del mercadillo de la Asociación De Actividades Lúdico-Infantiles, dándome a la fuga con un millón en dinero robado y un hombre bastante guapo de la Organización para la Liberación de los Pollos en Batería. ¡Asombroso! Aquí estoy yo, un jugador de hockey normal y corriente dándome cuenta de pronto de que soy el Hijo de Dios y tengo quinientos seguidores entregados en una pequeña y bonita comuna en Empowerment, al sur de California. ¿Quién lo habría pensado?

Aquí estoy yo, pensó Susan, una institutriz llena de sentido práctico, capaz de sumar más deprisa del revés que la mayoría de la gente del derecho, subiendo por una torre en forma de diente propiedad del Hada de los Dientes y armada con una espada propiedad de la Muerte…

¡Otra vez! Ojalá pasara un mes, solamente un maldito mes sin que me pasara algo como esto.

Oyó voces por encima de ella. Alguien decía algo de una cerradura.

Echó un vistazo por encima del borde de la escalera.

Parecía que allí había habido gente acampada. Había cajas y sacos de dormir tirados por el suelo. Un par de hombres estaban sentados en cajas mirando a un tercero que estaba trabajando en una puerta situada en una pared curvada. Uno de los hombres era el más grande que Susan había visto nunca, uno de esos hombres gordos y enormes que se las apañan para indicar que una gran parte de la grasa que tienen debajo de su ropa sin forma es músculo. El otro…

—Hola —dijo una voz alegre junto a su oído—. ¿Cómo se llama usted?

Ella se obligó a sí misma a girar la cabeza despacio.

Primero vio el ojo gris y reluciente. Luego apareció el ojo blanco amarillento con el punto minúsculo de la pupila.

Alrededor de ambos había una cara amigable blanca y rosada y coronada de cabello rizado. Era una cara bastante hermosa, de cierta forma aniñada, salvo por el hecho de que aquellos ojos desparejos que asomaban desde la misma sugerían que se la había robado a alguien.

Hizo el gesto de mover la mano pero el chico llegó allí primero y le quitó la vaina de la espada del cinturón.

—Ah, ah —la reprendió, girándose y eludiéndola mientras ella intentaba arrebatársela—. Vaya, vaya, vaya. Caramba. Mango de hueso blanco. Decoración de huesos y calaveras de bastante mal gusto… La segunda arma favorita de la Muerte en persona, si no me equivoco. ¡Oh, cielos! ¡Debemos de estar en Vigilia de los Puercos! Y esto debe querer decir que es usted Susan Sto-Helit. Nobleza. Le haría una reverencia —añadió, retrocediendo con pasos danzarines—, pero me temo que me haría usted algo horrible.

Se oyó un «clic» y un grito ahogado de emoción procedente del mago que estaba trabajando en la puerta.

—¡Sí! ¡Sí! ¡Con la mano izquierda y usando una ganzúa de madera! ¡Qué simple!

Vio que hasta Susan lo estaba mirando y soltó una tos nerviosa.

—¡Esto, tengo abierta la quinta cerradura, señor Teatime! ¡Y sin problemas! ¡Simplemente se basan en la Secuencia Oculta de Woddeley! ¡Cualquier idiota que la conozca podría hacerlo!

—Yo la conozco —dijo Teatime, sin quitarle la vista de encima a Susan.

—Ah…

No fue técnicamente audible, pero a pesar de todo Susan casi pudo oír cómo la mente del mago echaba marcha atrás. Por delante en el camino aguardaba la conclusión de que Teatime no tenía tiempo para la gente que no le hacía falta.

—… con sutilezas… muy… intere… santes —dijo lentamente—. Sí. Muy peliagudo. Esto, voy a echarle un vistazo a la número seis.

—¿Cómo sabes quién soy? —preguntó Susan.

—Oh, fácil —dijo Teatime—. Nobleza de Twurp. El lema de la familia es Non temetis messor. Nos hacen leerlo, ya sabe, para clase. Ja, el viejo Mericet lo llama la Guía del Terreno. Nadie se ríe salvo él, claro. Oh, sí, he oído hablar de usted. Bastante. Su padre era muy conocido. Llegó muy lejos muy deprisa. En cuanto a su abuelo… sinceramente, ese lema, ¿es de buen gusto? Por supuesto, precisamente usted no ha de tenerle miedo, ¿verdad? ¿O sí?

Susan intentó desvanecerse. No funcionó. Notaba que su cuerpo seguía siendo embarazosamente sólido.

—No sé de qué me hablas —dijo—. ¿Quién eres, a todo esto?

—Le ruego me disculpe. Me llamo Teatime, Jonathan Teatime. A su servicio.

Susan alineó las sílabas en su cabeza.

—¿Quieres decir… como sobre las cuatro de la tarde? —dijo.

—No. He dicho Té-a-tí-me —dijo Teatime—. He hablado con mucha claridad. Por favor, no intente romper mi concentración molestándome. Solamente me molestan las cosas importantes. ¿Cómo van las cosas, señor Sideney? Si no hay más que seguir la secuencia de Woddeley, la número seis tendría que abrirse con cobre y luz verdeazul. A menos, por supuesto, que haya alguna sutileza…

—Esto, lo estoy haciendo ahora mismo, señor Teatime…

—¿Cree usted que su abuelo la va a intentar rescatar? ¿Lo cree? Pero ahora su espada la tengo yo. Me pregunto…

Se oyó otro «clic».

—¡Sexta cerradura, señor Teatime!

—¿ Ah, sí?

—Esto… ¿No quiere que empiece con la séptima?

—Oh, bueno, como quieras. La llave será luz blanca y pura —dijo Teatime, sin apartar la mirada de Susan—. Pero puede que ya no sea tan importante. Gracias de todas maneras. Has sido de gran ayuda.

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