Papá Puerco (Mundodisco, #20) – Terry Pratchett

—¿Qué estás haciendo aquí, viejo amigo? —preguntó—. Tendrías que estar dentro, dando saltos para hacer más sitio para esta noche.

—Hurra por el rosa, el gris y el verde —dijo el tesorero.

—Esto… hemos pensado que Hex podría resultar… ya sabe… útil, señor —dijo Ponder Stibbons, que gustaba de considerarse a sí mismo el máximo representante de la cordura en la universidad—. En relación al problema del tesorero. Hemos pensado que sería un bonito regalo de la Vigilia de los Puercos para él.

—Por los dioses, el tesorero no tiene problemas —dijo Ridcully, y le dio unas palmaditas al hombre absurdamente sonriente en la cabeza, mientras articulaba en silencio las palabras «loco como una regadera»—. Simplemente se le va un poco la cabeza, eso es todo. He dicho que SE TE VA UN POCO LA CABEZA, ¿eh? Es normal, pasa demasiado tiempo sumando números. No sale al aire fresco. He dicho que ¡NO SALES AL AIRE FRESCO, VIEJO AMIGO!

—Hemos pensado, ejem, que tal vez le gustaría tener a alguien con quien hablar —dijo Ponder.

—¿Cómo? ¿Cómo? Pero ¡si yo hablo con él todo el tiempo! Siempre estoy intentando evitar que se encierre en sí mismo —dijo Ridcully—. Es importante evitar que se quede por ahí deprimido.

—Esto… sí… claro —dijo Ponder en tono diplomático. Recordaba al tesorero como un hombre cuya idea de la diversión había consistido antaño en un huevo duro pasado por agua—. Así pues… ejem… bueno, intentémoslo una vez más, ¿vale? ¿Está usted listo, señor Taladrosoga?

—Sí, gracias, uno verde con canela si no es demasiado problema.

—No entiendo cómo va a poder hablar con una máquina —dijo Ridcully en tono huraño—. Esa cosa no tiene orejas, caray.

—Ah, bueno, de hecho le hemos fabricado una oreja —dijo Ponder—. Esto…

Señaló un tambor enorme metido dentro de un laberinto de tubos.

—¿Eso que sobresale al final no es la trompetilla del viejo Windle Poons? —preguntó Ridcully con recelo.

—Sí, archicanciller —Ponder carraspeó—. El sonido, fíjese usted, se transmite en forma de ondas…

Se detuvo. En su mente aparecieron varias premoniciones hechiceriles. Simplemente supo que Ridcully iba a dar por sentado que estaba hablando del mar. Iba a haber uno de esos enormes malentendidos sin fondo que siempre tenían lugar cuando alguien intentaba explicarle cualquier cosa al archicanciller. Palabras como «espuma» y posiblemente «helado» y «arena» estaban simplemente…

—Todo funciona con magia, archicanciller —dijo, rindiéndose.

—Ah. Vale —dijo Ridcully. Sonaba un poco decepcionado—. Entonces no es ninguno de esos asuntos complicados con muelles y ruedas dentadas y tubos y cosas de esas.

—Exacto, señor —dijo Ponder—. Solamente magia. Magia lo suficientemente avanzada.

—Muy bien. ¿Y qué hace?

—Hex puede oír lo que decimos.

—Interesante. Le ahorra a uno todo eso de hacer agujeros en cartulinas y pulsar teclas que os ocupa todo el tiempo…

—Mire esto, señor —dijo Ponder—. Muy bien, Adrián. Inicializa la PPG.

—¿Y eso cómo se hace? —preguntó Ridcully, detrás de su espalda.

—Qui… quiere decir que tire de la Palanca Puñeteramente Grande —dijo Ponder, de mala gana.

—Ah. Se dice más deprisa. —Ponder suspiró.

—Sí. Eso es, archicanciller.

Hizo una señal con la cabeza a uno de los estudiantes, que tiró de una palanca grande y roja que ponía: «No Tirar de Esta Palanca». En algún lugar dentro de Hex giraron los engranajes. En las granjas de hormigas se abrieron trampillas diminutas y millones de hormigas empezaron a corretear por las redes de tubos de cristal. Ponder tecleó algo en el enorme teclado de madera.

—No entiendo cómo podéis acordaros de cómo se hacen todas estas cosas —dijo Ridcully, todavía mirándolo con lo que a Ponder le pareció que era interés divertido.

—Oh, en su mayor parte es intuitivo, archicanciller —dijo Ponder—. Aunque obviamente al principio hay que pasar mucho tiempo aprendiéndolo. Y ahora, tesorero —añadió—, si no le importa decir algo…

—¡Dice que DIGAS ALGO, TESOREEERO! —vociferó solícitamente Ridcully en la oreja del tesorero.

—¿Sacacorchos? Es para partirse de risa, eso dice la tata —dijo el Tesorero.

Dentro de Hex empezaron a girar las cosas. Al fondo de la sala comenzó a moverse pesadamente una enorme rueda de molino de agua cubierta de cráneos de oveja.

Y la pluma de oca que había dentro de su red de muelles y guías empezó a escribir:

+++¿Por Qué Cree Que Es Usted Algo Para Partirse De Risa?+++

El tesorero vaciló un momento. Luego dijo:

—Tengo mi propia cuchara, ¿sabes?

+++Hábleme De Su Cuchara+++

—Esto… es una cuchara pequeña…

+++¿Le Preocupa A Usted Su Cuchara?+++

El tesorero frunció el ceño. Luego pareció recuperarse.

—Caray, aquí viene el señor Gelatina —dijo, pero no sonó nada convencido de ello.

+++¿ Cuánto Tiempo Lleva Usted Siendo El Señor Gelatina?+++

El tesorero lo fulminó con la mirada.

—¿Te estás burlando de mí? —preguntó.

—¡Asombroso! —dijo Ridcully—. ¡Ha conseguido dejarlo sin respuesta! ¡Funciona mejor que las pastillas de extracto de rana! ¿Cómo lo habéis conseguido?

—Ejem… —dijo Ponder—. Pues simplemente ha pasado, sin más…

—Asombroso —dijo Ridcully. Sacudió la ceniza de su pipa sobre el adhesivo «Hormiguero Dentro» de Hex, lo cual hizo que Ponder se estremeciera—. Entonces, ¿esta cosa es una especie de enorme cerebro artificial?

—Se podría ver así —dijo Ponder, con cautela—. Por supuesto, en realidad Hex no piensa. No de verdad. Solamente parece que piense.

—Ah. Como el decano —dijo Ridcully—. ¿Crees que podríamos poner un cerebro así dentro de la cabeza del decano?

—Pesa diez toneladas, archicanciller.

—Ah. ¿En serio? Oh. Entonces haría falta una palanca bastante grande. —Hizo una pausa y se buscó algo en el bolsillo—. Ya sabía yo que había venido por algo —añadió—. Este joven que tengo aquí es el Gnomo de las Verrugas…

—Hola —dijo el Gnomo de las Verrugas con timidez.

—… que parece haber cobrado existencia de golpe para estar con nosotros aquí esta noche. Y ya sabes, he pensado: esto es un poco raro. Por supuesto, la Noche de la Vigilia de los Puercos siempre tiene algo un poco irreal —dijo Ridcully—. Es la última noche del año y todo eso. Cuando Papá Puerco pasa zumbando y esas cosas. La hora de las sombras más oscuras y todo eso. Y se amontona toda la basura sobrenatural del año que se acaba. Puede pasar cualquier cosa. Se me ocurrió simplemente que podríais echarle un vistazo. Probablemente no haya nada de que preocuparse.

—¿Un Gnomo de las Verrugas? —dijo Ponder.

El Gnomo agarró su saco en gesto defensivo.

—Supongo que tiene tanto sentido como muchas otras cosas —dijo Ridcully—. Después de todo, existe el Hada de los Dientes, ¿verdad? También podríamos preguntarnos por qué tenemos un Dios del Vino y no un Dios de las Resacas…

Se calló.

—¿Alguien más ha oído ese ruido ahora mismo? —preguntó.

—¿Cómo dice, archincanciller?

—¿Una especie de clinclinclinclín? ¿Como un ruido de cascabeles?

—Yo no he oído nada así, señor.

—Oh. —Ridcully se encogió de hombros—. En fin… ¿qué estaba diciendo yo?… Sí… que hasta esta noche nadie oyó nunca hablar del Gnomo de las Verrugas.

—Es verdad —repuso el gnomo—. Ni siquiera yo he oído hablar de mí hasta esta noche, y yo soy yo.

—Veremos qué podemos averiguar, archicanciller —dijo Ponder diplomáticamente.

—Bien dicho. —Ridcully se volvió a meter al gnomo en el bolsillo y miró a Hex—. Asombroso —repitió—. Es verdad que parece que piense, ¿eh?

—Esto… sí.

—Pero ¿no está pensando de verdad?

—Esto… no.

—Entonces… ¿solamente da la impresión de estar pensando pero en realidad es todo una farsa?

—Esto… sí.

—Entonces es como todo el mundo, en realidad —dijo Ridcully.

* * *

El niño miró a Papá Puerco con expresión calculadora mientras se sentaba en la rodilla oficial.

—Vamos a dejar las cosas claras. Sé que usted es solamente alguien disfrazado —dijo—. Papá Puerco es una imposibilidad biológica y temporal. Confío en que nos entendamos mutuamente.

AH. ¿O SEA QUE NO EXISTO?

—Correcto. Esto no es más que una fruslería estacional y, perdone que lo diga, galopantemente mercantil. Mi madre ya me ha comprado los regalos. Yo le he dado instrucciones para que eligiera los regalos correctos, claro. Ella se equivoca a menudo.

Papá Puerco echó un breve vistazo a la viva imagen sonriente y preocupada de la ineficacia materna que pululaba cerca de ellos.

¿CUÁNTOS AÑOS TIENES, NIÑO? —El niño puso los ojos en blanco.

—Eso no es lo que tiene que preguntar —dijo—. Yo ya he hecho esto antes, ¿sabe? Tiene que empezar preguntándome mi nombre.

AARON FIDGET, «LOS PINOS», CARRETERA DEL BORDE, ANKH-MORPORK.

—Supongo que se lo ha dicho alguien —dijo Aaron—. Supongo que esta gente disfrazada de duendecillos obtiene la información de las madres.

Y TIENES OCHO AÑOS, YENDO PARA… EH, UNOS CUARENTA Y CINCO.

—Supongo que cuando pagan los juguetes hay que rellenar impresos —dijo Aaron.

Y QUIERES EL LIBRO REPTILES INOFENSIVOS DE LAS LLANURAS STO DE NOGAL, UNA VITRINA, UN ÁLBUM DE COLECCIONISTA, UN FRASCO PARA GUARDAR INSECTOS Y UNA PLANCHA PARA LAGARTOS, ¿QUÉ ES UNA PLANCHA PARA LAGARTOS?

—No se pueden pegar cuando todavía están gordos, ¿o es que no lo sabe? Supongo que mi madre le ha contado a usted lo que quería cuando me distraje momentáneamente con la muestra de lápices. Mire, ¿por qué no terminamos con esta farsa? Limítese a darme mi naranja y no hablaremos más del tema.

PUEDO DAR MUCHO MÁS QUE NARANJAS.

—Sí, sí, ya lo he visto. Probablemente se haga en connivencia con cómplices para atraer a clientes fáciles de engañar. Oh, cielos, si hasta lleva una barba postiza. Por cierto, abuelo, ¿ha visto que su cerdo…?

SÍ.

—Supongo que todo se hace con espejos y cuerdas y tubos. A mí me ha parecido muy artificial. —Papá Puerco chasqueó los dedos.

—Supongo que eso debe de ser una señal —dijo el niño, bajándose—. Muchas gracias.

FELIZ VIGILIA DE LOS PUERCOS —dijo Papá Puerco mientras el niño se alejaba.

Tío Chungo le dio una palmadita en el hombro.

—Muy bien hecho, amo —dijo—. Muy paciente. Yo le habría arreado un guantazo en toda la oreja.

OH, ESTOY SEGURO DE QUE ACABARÁ VIENDO LO EQUIVOCADO QUE ESTÁ. —La capucha roja se giró para que solamente Albert pudiera ver sus profundidades.— EN CUANTO ABRA ESAS CAJAS QUE CARGABA SU MADRE… JO, JO, JO.

* * *

—¡No lo ates tan fuerte! ¡No lo ates tan fuerte!

IIIC.

La discusión tenía lugar detrás de Susan mientras ella rebuscaba entre los estantes de los desfiladeros de la enorme biblioteca de la Muerte, que era tan grande que en su interior se formarían nubes si se atrevieran.

—Vale, vale —dijo la voz a la que ella estaba intentando no hacer caso—. Así ya vale. Tengo que poder mover las alas, ¿vale?

IIIC.

—Ah —dijo Susan, entre dientes—. Papá Puerco…

No tenía un solo libro, sino varios estantes. El primer volumen parecía estar escrito en un rollo de piel de animal. Papá Puerco era viejo.

—Vale, vale. ¿Cómo estoy?

IIIC.

—¿Señorita? —dijo el cuervo, en busca de una segunda opinión.

Susan levantó la vista. El cuervo pasó a su lado dando brincos, con el pecho de color rojo intenso.

—Pío, pío —dijo—. Saltito saltito hop. Hop hop y más hop.

—No estás engañando a nadie más que a ti mismo —dijo Susan—. Se ve el cordel.

Desplegó el rollo.

—Tal vez debería posarme en un tronco nevado —murmuró el cuervo detrás de ella—. Probablemente eso funcionaría.

—¡No puedo leer esto! —dijo Susan—. Las letras son todas… raras…

—Runas etéreas —dijo el cuervo—. Al fin y al cabo Papá Puerco no es humano.

Susan pasó las manos por encima del cuero fino. Las… formas fluyeron alrededor de sus dedos.

No las podía leer pero sí las podía sentir. Emitían un fuerte olor a nieve, tan realista que su aliento se condensaba en el aire. Había ruidos, cascos de caballos, el crujido de las ramas en un bosque helado…

Una bola luminosa y resplandeciente…

Susan se despertó de golpe y tiró el pergamino a un lado. Desplegó el siguiente, que parecía hecho de tiras de corteza. Los caracteres flotaban sobre su superficie. Fueran lo que fuesen, nunca habían sido diseñados para ser leídos con los ojos. Se podría decir que eran una especie de braille para los dedos de la mente. Las imágenes circularon frente a sus sentidos: piel de animal mojada, sudor, pinos, hollín, aire helado, el aroma a ceniza húmeda, mié… estiércol de cerdo, corrigió rápidamente su mente de institutriz. Había sangre… y sabor a… ¿judías? Eran todo imágenes sin palabras. Sensaciones casi… animales.

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