Loba negra (Antonia Scott, #2) – Juan Gómez-Jurado

—Disculpe. ¿Podría indicarme por dónde se va a la calle Atocha?

—Es hacia allá, todo recto —dice Jon, enmascarando su decepción.

La mujer le sonríe a su vez. Después saca una jeringuilla del bolsillo, y se la clava en el cuello.

—Pero qué c… —dice Jon, apartándola de un manotazo.

El rostro amable es lo último que ve antes de que unos brazos fuertes le agarren por detrás, antes de que la oscuridad descienda sobre él.

Un saludo

El teléfono de Antonia suena cuando está subiendo por Lavapiés, a la altura de la calle de la Cabeza.

—No es buen momento.

—Escúchame, Scott —dice Mentor—. Tenemos ya la prueba. Tu fantasma ha resultado ser muy real.

—No te entiendo.

—No puedo contarte más por teléfono. Pero ya sabemos lo que le pasó a Inglaterra y a Holanda.

Antonia por fin comprende a qué se refiere Mentor. Y disfruta de una amarga realidad. Lo único peor que clamar sola cuando tienes razón es que te la den cuando es demasiado tarde.

—Fue White.

—Estoy de nuevo en Madrid. Recoge al inspector cuanto antes, y venid aquí.

Antonia cuelga y aviva el paso.

Cuando tuerce en la calle del Olivar, a punto de llegar a casa, lo ve.

Dos hombres forcejean con un tercero para meterle dentro de una furgoneta. El hombre manotea, sin fuerzas. Una bolsa negra le cubre la cabeza, pero Antonia no necesita verle la cara para saber quién es.

Una mujer elegante, con una gabardina y un rostro amable, se da la vuelta y la ve. Está demasiado lejos para vislumbrar la sorpresa en sus ojos, el pequeño regalo que ha supuesto que ella contemple lo que está pasando. Pero Antonia no necesita verlo para saberlo.

Sandra Fajardo la saluda con la mano antes de subir a la furgoneta.

Antonia corre hacia ellos, sabiendo que está demasiado lejos. La furgoneta gana distancia, cuesta abajo, y deja atrás a Antonia enseguida. Pero ella no se rinde. Sigue corriendo, hasta que los pulmones le arden y el corazón le golpea en el pecho como un martillo neumático.

En el momento que se detiene, con las manos en las rodillas, luchando por respirar, es cuando le llega el mensaje.

Espero que no te hayas olvidado de mí.

¿Jugamos? W.

Nota del autor

La historia de Antonia Scott lleva diez años gestándose, y prometo que cuando llegue el momento te contaré cómo comenzó todo. Mientras tanto, te ruego que sigas guardándome el secreto de las novelas.

Ah, una cosa más.

Sí.

Antonia y Jon regresarán.

Agradecimientos

Quiero dar las gracias.

A Antonia Kerrigan y a todo su equipo: Hilde Gersen, Claudia Calva, Tonya Gates y las demás, sois las mejores.

A Carmen Romero, Berta Noy y Juan Díaz, que creyeron en Antonia Scott y Jon Gutiérrez. A todo el equipo de comerciales de Penguin Random House, que se deja la piel y el aliento en la carretera para llevar los libros hasta el último rincón. A Eva Armengol, Nuria Alonso e Irene Pérez, que me ayudaron a darlo a conocer. A Raffaella Coia, que maquetó y corrigió el libro.

A Juanjo Ginés, poeta que vive en la Cueva de los Locos y se recrea en el Jardín de los Turcos, que merece un agradecimiento largamente retrasado desde hace siete libros.

A Javier Cansado, Dani Rovira, Mónica Carrillo, Alex O’Dogherty, Agustín Jiménez, Berta Collado, Ángel Martín, María Gómez, Manel Loureiro, Clara Lago, Raquel Martos, Roberto Leal, Toni Garrido, Carme Chaparro, Ernesto Sevilla, Luis Piedrahita, Miguel Lago, Goyo Jiménez, Berto Romero y otros tantos represaliados muy justamente por Arturo González-Campos.

Al inspector jefe Antonio Rodríguez Puertas y a todos los valientes hombres y mujeres de la UDYCO que defienden cada día los ciento cincuenta kilómetros de costa de la provincia, un agradecimiento especial. Lo que ellos enfrentan podría llenar tres novelas con hechos reales que, de haberlos reflejado yo en este libro, se me hubiera acusado de inverosímil (que es una palabra que emplean las mentes pequeñas).

La Costa del Sol es un destino predilecto de mafias de muchas nacionalidades y de grupos de sicarios armados que hacen palidecer a los de Loba Negra (y que son, por desgracia, muy reales). En muy raras ocasiones los miembros de la UDYCO de Málaga salen en los telediarios, pese a que en 2018 realizaron más de quinientas detenciones, decomisaron cuarenta mil kilos de droga y cientos de millones de euros en efectivo. Una labor discreta y leal, llevada a cabo en mitad de mortales ajustes de cuentas entre bandas —con decenas de muertos—, amenazas y miedo. Lo que le explica Romero a Jon está basado en la realidad: sólo en 2018 hubo en Marbella ajustes de cuentas con bombas, asesinatos a tiros desde motos, desde bicicletas, con asalto a mansiones, con secuestro, con mutilaciones faciales a lo Joker, con Kalashnikov, en restaurantes… Y al salir de una comunión, que los malos también ven El Padrino.

El inspector jefe Rodríguez Puertas, por cierto, es el hombre que incautó en la vida real treinta y cuatro millones de euros en cocaína camuflada en Nutella. Esa parte también tengo que agradecérsela a él.

Sobre la corrupción: aunque es cierto que en el pasado ha habido manzanas podridas en el seno de la UDYCO, la encomiable labor policial y de la fiscalía han logrado arrinconarlas y que cumplan condena, y son casos aislados dentro de un enorme grupo humano que hace grandes sacrificios. Aun así, la realidad deja, como siempre, en ridículo a la ficción. Un inspector jefe y tres inspectores de la UDYCO en Marbella fueron detenidos en 2008 por cambiarse de bando y crear una red de protección a narcotraficantes. Valga como recordatorio a «nuestros amigos los verosímiles», parafraseando a Alfred Hitchcock.

Quiero agradecer también a Carol Reed y su inmortal película El tercer hombre, que ha servido de inspiración para la portada y los dibujos del gran Fran Ferriz que la ilustran.

A Rodrigo Cortés, una inspiración constante, un amigo leal que me ayudó a revisar el manuscrito.

A Manuel Soutiño, una más, y van ocho.

A Arturo González-Campos, dibujante profesional y director de podcast vocacional. Algún día espero que me invites a participar en alguno de tus programas.

A Alberto Chicote, que se dejó los ojos también sobre el manuscrito.

A Gorka Rojo, asesor de cosas vascas y de física teórica de paletillas.

Gracias a James Gunn, a Andrea Köhler, a Pablo Neruda, a Arturo Pérez-Reverte, a John Carpenter, a Gabriel García Márquez.

Gracias a Joaquín Sabina y Pancho Varona, mi banda sonora.

Gracias también a Cruz Morcillo y Pablo Muñoz, autores del libro Palabra de Vor, una investigación exhaustiva (y aterradora) sobre la mafia rusa en España.

A la más importante, Bárbara Montes. Mi esposa, mi amante, mi mejor amiga. El mundo es un lugar mejor sólo porque estás en él. Te quiero, y espero que vivamos lo suficiente para ver juntos la Fase 24.

Y a ti, lector, por haber convertido mis obras en un éxito en cuarenta países, gracias de corazón. Un último favor: no hables a nadie del final, ni me hagas comentarios en redes sociales acerca del final, ni especialmente de lo que te he confesado en la nota del autor. Si escribes una reseña en una librería online o en Goodreads (gracias, por cierto, eso ayuda mucho), no comentes nada, ni siquiera bajo la etiqueta SPOILER, pues todo el mundo podría verlos y se arruinaría la sorpresa.

Un abrazo enorme,
JUAN GÓMEZ-JURADO