Por más que lo pensaba, lamentaba profundamente haberlos invitado. Pero a pesar de ello, siguió colocando los cubiertos en la mesa y los platos de vivos colores sobre un mantel amarillo.
¿Cómo había dejado que Kylie le llegara al corazón? ¿Sería por que era la hija de Trent, el hijo que ellos nunca tuvieron, o porque ella misma había perdido a su madre siendo una niña y se identificaba con la pequeña?
Libby no debía bajar la guardia si quería mantener su relación en el terreno profesional. Era una profesora mostrándose amable con una alumna emocionalmente necesitada. Su relación anterior con el padre de la niña era irrelevante.
A las seis en punto, oyó que un vehículo se detenía a la entrada de la casa y las puertas se abrían y cerraban. Se puso en pie y se alisó la falda fingiendo indiferencia.
—Hola —dijo abriendo la puerta—. Huele muy bien —añadió mientras Trent entraba con la pizza que despedía un rico aroma a tomate y orégano—. Dadme los abrigos.
Kylie y todos obedecieron.
—Imagino que estarás impaciente por conocer a Mona —continuó Libby mientras colgaba los abrigos en el armario de la entrada.
—¡No puedo esperar más! —gritó Kylie balanceándose sobre los talones.
—Los gatos no son tan amigables como los perros. Les cuesta habituarse a los extraños.
—Weezer me lo ha dicho. Me dijo que tengo que ser paciente y dejar que Mona se acerque a mí.
—Sabio consejo.
Libby no se sentiría tan incómoda siempre y cuando se limitara a hablar con Kylie pero entonces cometió el error de levantar la mirada. La figura de Trent se silueteaba de pie junto a la chimenea, extremadamente guapo con sus vaqueros ajustados y el jersey de cuello vuelto.
—¿Pizza? —dijo éste señalando la caja.
—Lo siento. Dámela —dijo mientras Kylie se sentaba en el sofá esperando a que llegara la escurridiza Mona. Trent siguió a Libby a la cocina.
—Bonita casa —murmuró.
—Es mi hogar —dijo ella dejando la caja en la encimera—. ¿La calentamos un poco?
—Kylie no comerá nada hasta que conozca a Mona. Esperemos cinco minutos más.
—¿Quieres una cerveza? ¿Vino? ¿Whisky? —Libby se sentía como una idiota. Sabía perfectamente que sólo bebía cerveza.
—Una cerveza, gracias.
Como profesora, no le parecía apropiado beber delante de Kylie, así que ella abrió un refresco.
—¿No me acompañas con la cerveza? —dijo él señalando con la cabeza hacia la lata.
—No —dijo ella mirando hacia el salón—. Mira.
Los dos se acercaron a la puerta. Trent estaba muy cerca de ella, a tan sólo unos centímetros.
—Dios mío, parece tan feliz —dijo con voz quejumbrosa.
Kylie estaba sentada en un sillón mientras la gata le ponía las patas encima del pecho. Ignorando que la estuvieran mirando, Kylie le susurraba algo al oído al animal.
—Gracias —añadió mirándola—. Espero que esta visita no te esté resultando demasiado incómoda.
—Lo hago por Kylie.
—Lo sé.
—Papá, ¿no crees que es muy bonita?
—Sí que lo es.
—Nos estamos conociendo. Vosotros podéis volver a la cocina.
—Parece que no somos necesarios aquí —dijo Trent sonriendo a Libby.
—Me parece bien. Así iré calentando el horno.
En la cocina, Trent sacó una silla y se sentó a horcajadas apoyando los brazos en el respaldo. Como siempre solía hacer. Libby se mordió el labio. No quería recordar el pasado. Necesitaba concentrarse.
—¿Qué te ha traído a Whitefish?
Afortunadamente, la explicación le dio tiempo a calentar la pizza y a aliñar la ensalada que había dejado preparada, todo lo cual la mantuvo ocupada para no darse cuenta de la excitación que había en su voz y la forma en que miraba todos sus movimientos. Cuando terminó de explicarle los planes que tenían para la campaña de publicidad le preguntó por ella.
Libby se limitó a darle la versión corta. Había trabajado primero en Polson, donde vivían cuando se divorciaron, y había conseguido su diploma durante el verano. Entonces se mudó a Whitefish tres años atrás.
No iba a ser fácil. Libby se movía por la cocina preparando los vasos, rallando queso, buscando una fuente para la pizza, cualquier cosa para retrasar el momento de sentarse a cenar con su ex marido. Pero había una pregunta a la que tenían que enfrentarse.
—¿Le has dicho a Kylie que estuvimos casados?
—No. Es demasiado pronto —dijo él pasándose una mano por el pelo.
—¿Qué quieres decir?
—Está pasando un momento muy difícil con la muerte de Ashley y la mudanza. Le gustas. No quiero alterar su vida más.
—Pero en algún momento tendrá que saberlo.
—Por favor, Lib, todavía no. Deja que se adapte a esto.
Libby no estaba segura de que ocultarle ese pequeño detalle fuera una buena idea, pero Trent era el padre de Kylie y se suponía que la conocía mejor que nadie.
—Tú eres su padre. Haré lo que tú digas.
—Gracias —dijo él asintiendo.
Sobrevino un incómodo silencio, y Libby fingió hacer algo en la encimera. Justo antes de que sonara el timbre del horno, Kylie apareció por la puerta llevando sobre el hombro a la gata Mona.
—Señorita Cameron, creo que le gusto a Mona.
—No me cabe duda —dijo ella sonriendo—. No deja que mucha gente la tome en brazos.
—¿Puede cenar con nosotros?
—¿Crees que le gustará el pepperoni? —dijo Trent riéndose.
—Eres muy gracioso, papá. Quiero decir que si se puede sentar conmigo mientras como.
Trent miró a Libby y ésta asintió.
—Pero no la utilices como servilleta.
Para asombro de Libby, Mona se quedó en el regazo de Kylie mientras ésta cenaba. De vez en cuando golpeaba con su patita el mantel pidiendo comida.
—Está muy rica esta ensalada —dijo Trent.
—Gracias.
—Y la pizza también —dijo Kylie comiendo con ganas.
—Es la mejor de Whitefish —dijo Trent tomando la servilleta y limpiándole la boca a su hija.
—Whitefish. Qué nombre tan feo —dijo la niña con el gesto ensombrecido—. ¿Tengo que ir al colegio mañana?
—Por supuesto. Ya lo sabes —dijo Trent mirando a Libby con preocupación.
Kylie no dijo nada pero retiró el plato.
—Me decepcionarías mucho si no vinieras a mi clase —dijo Libby.
Los ojos de Kylie se llenaron de lágrimas.
—¿Qué pasa, cariño? —preguntó Libby, inclinándose hacia ella.
—Se reirán —confesó Kylie.
—¿Quienes?
—Los otros niños.
Libby miró a Trent por encima de la mesa y vio su expresión de angustia.
—¿Por qué?
—Porque… —Kylie se detuvo y las lágrimas rodaron por sus mejillas—. Porque tendré que leer.
Libby tenía el corazón en un puño. La pobre criatura estaba aterrorizada.
—Apuesto a que nadie se reirá. ¿No te gusta leer?
—Antes lo hacía.
—¿Cuándo?
—Antes de que mamá fuera al cementerio.
Trent retiró la cabeza y Libby tomó las manos de la niña en las suyas.
—Cariño, ¿leías con mamá?
—Sí.
—¿Y estaba orgullosa de ti?
—Sí.
—¿Y crees que querría que dejaras de leer?
—No —dijo la niña limpiándose la nariz con el brazo.
—Tengo una idea. ¿Podrías venir más temprano mañana al colegio?
Trent se apresuró a asentir con la cabeza.
—Creo que sí —dijo Kylie.
—Practicaremos un poco antes de que vengan los otros niños, igual que hacías con tu mamá. ¿Podrás hacerlo?
Durante el silencio que sobrevino, Mona saltó del regazo de Kylie y comenzó a olisquear las migas de la pizza. Libby no dejaba de mirar a la niña.
—Creo que sí. No tengo una mamá ahora pero si tuviera una querría que fuera como usted, señorita Cameron.
Libby abrazó a la niña y no quería dejar de hacerlo jamás. No se atrevía a pensar en sus sentimientos ni a mirar a Trent.
Trent tomó al gato y lo dejó en el suelo. Después se levantó y se aclaró la garganta.
—La dejaré allí a las siete y media.
—¿Tenemos que irnos ya, papá?
—Sí, cariño. Tienes que irte pronto a la cama si quieres despertarte al amanecer. ¿Qué se le dice a la señorita Cameron?
—Gracias por dejarnos venir esta tarde, y gracias por dejarme conocer a Mona. Es una supergata.
—¿Por qué no vas a decirle adiós mientras saco vuestros abrigos?
Kylie salió disparada hacia el salón. Libby se acercó al armario y sacó los abrigos. Cuando se dio la vuelta, Trent le puso una mano en el hombro.
—Eres estupenda con ella, Lib. Te lo agradezco.
—Es muy fácil.
—Yo… —se detuvo—. Sé que probablemente no sea el mejor momento y lugar pero te lo voy a decir. Siento mucho todo el dolor que te causé… No estuve ahí cuando me necesitaste como debería haberlo hecho. Te dije cosas horribles.
Libby sintió que las rodillas le temblaban y un vacío interno.
—Lo que está hecho, está hecho. Los dos hemos continuado con nuestras vidas —dijo Libby segura de que Trent esperaba que le dijera que lo había perdonado, pero las palabras se agolpaban en su garganta—. Cuidaré bien de Kylie.
—Sé que lo harás —dijo él mirándola con una intensidad que despertó en ella sentimientos que no quería identificar y finalmente Trent giró la cabeza—. Kylie, es hora de irnos.
Cuando se hubieron marchado, Libby se quedó inmóvil, la frente apoyada en la puerta cerrada, sintiéndose mal. Trent le había dicho que lo sentía. ¿Estaba pidiendo perdón después de todo ese tiempo? Lo maldijo por ello.
Abrazándose el abdomen, finalmente se acercó a la mecedora, consciente de que nada, nada, podía curar la herida que ese hombre le había causado.
No sabía cuánto tiempo estuvo allí meciéndose aun que ni el repetitivo sonido del ir y venir de la mecedora lograron tranquilizarla. Debía de tener en sus brazos a su bebé. El bebé de Trent.
Movida por una fuerza desconocida, se levantó y se dirigió al dormitorio, consciente de que era un acto masoquista e inevitable al mismo tiempo. Se arrodilló en la alfombra y con manos temblorosas, abrió el baúl de cedro. La fragancia que despedía el interior la hizo atragantarse.
No podía detenerse. No tenía que hacerlo pero su instinto no atendía a razones. Buscando entre las sábanas, manteles y otras cosas, encontró un libro, oculto allí desde hacía tiempo.
A la luz de la lámpara de la mesilla, se obligó a leer el título escrito en la tapa: Mi libro de bebé.
Abrazó el libro en el que tantos deseos había y se lo llevó a la cama. Abrió la primera página, donde ella misma había escrito: Cómo mamá le habló a papá de mí. Después Primera visita de mamá al médico. Y finalmente llegó a las páginas en blanco que gritaban la pérdida tras El tercer mes.
Se negaba a llorar pero sufría espasmos al tratar de controlarlo. Había derramado bastantes lágrimas ya en su vida y no habían cambiado nada.
¿Cómo se atrevía Trent a regresar? ¿Cómo se atrevía a traer consigo a esa preciosa hija que le rompía el corazón? ¿Y por qué su cuerpo la había traicionado? En un momento, había sentido la atracción física hacia él.
Se quedó mirando el libro, consciente de que a partir de ese momento le serviría de recordatorio. Trent ya no formaba parte de su vida. Hacía tiempo que había perdido todo derecho sobre ella.
Nunca le había mostrado comprender lo que ella sentía. Para él había sido simplemente un aborto no deseado. Para ella, una pérdida insoportable.
Ahora él tenía una hija y ella no tenía nada.
Para él, había sido un problema sencillo. Pero ella nunca podría olvidar sus palabras en aquel terrible día cuando nada parecía poder calmar sus lágrimas, ni su terrible dolor.
«No es el fin del mundo, Lib. Siempre podemos tener otro hijo».
No, no había estado ahí con ella. Ese mismo día, el amor murió.
Capítulo 4
Atrapado en un torbellino de culpa, Trent se concentró en conducir.
—Papá ¿viste cómo Mona se hacía un ovillo en mis piernas? Es muy suave y me gusta acariciarla. Claro que también quiero a Scout. Los perros son mis favoritos, pero los gatos son…
Kylie no había parado de hablar desde que salieron de casa de Libby. Él se había limitado a asentir con la cabeza y a decir sí a todas sus preguntas mientras pensaba y recordaba.
La euforia de Libby cuando el test de embarazo dio positivo. La manera en que dio la bienvenida a los mareos matutinos como algo natural en su nuevo estado. Su tremenda alegría planeando el cambio de decoración del cuarto para prepararlo para el bebé. Y cómo siempre acababan hablando de los posibles nombres.
Pero no era eso lo único que recordaba.
Terriblemente avergonzado, recordaba también el pánico que sintió él. No estaba preparado para ser padre, ni económica ni emocionalmente. Era un hombre joven, que disfrutaba de su estilo de vida. Disfrutaba surcando las colinas nevadas sobre su tabla o pescando en un río. Después, cuando llegaba a casa, Libby escuchaba su relato, reía y finalmente hacía el amor con él de una forma tan apasionada que le hervía la sangre de sólo pensarlo.