La danza de los deseos – Laura Abbot

—No puedes culparte —Weezer lo estudió con gesto sabio—. Ningún padre puede estar en varias partes a la vez. Querías que Kylie amara lo que tú amas, probar nuevas cosas. Atreverse —le dio unas palmadas en el hombro—. Fue un accidente. Los padres de ese chico, Ames, han llamado para ver cómo estaba Kylie. Su hijo está destrozado.

—Espero que comprendas que no sienta compasión por él.

—Puede que ahora no. Pero espero que algún día sí —dijo soplando su café antes de beber—. Igual que sé que perdonarás a Libby.

—No puedo hablar de ella en este momento —dijo levantando la cabeza.

—Está destrozada, Trent.

Trent dejó el plátano en la bandeja.

—¿Se supone que eso tiene que hacerme sentir mejor? ¿Hará que Kylie despierte?

—Estás enfadado.

—Maldita sea. Claro.

—Ten cuidado hacia quién diriges tu enfado. Ya te ha causado problemas en el pasado. Amas a Libby. Lo que hagas en las próximas horas determinará el curso de tu vida.

Libby, Dios, su Libby. Weezer tenía razón. Estaba enfadado. Era fácil para otros hablar de que los accidentes ocurrían. Pero, esta vez era su propia hija la víctima. Debería haber estado con ella. Tal vez habría podido evitarlo.

Como si pudiera leerle la mente, Weezer continuó.

—No puedes culparla a ella, Trent. Te podría haber ocurrido igualmente a ti.

—Nunca lo sabremos —dijo él con tristeza.

—Hijo puedes seguir torturándote y castigar a Libby el resto de tu vida, pero eso no cambiará las cosas. Sólo servirá para amargarte.

Trent empujó la bandeja hacia el borde de la mesa con la cabeza gacha, rindiéndose a la verdad. No podía enfrentarse a la vida sin Kylie, sin Libby. Dejó escapar un suspiro. Un accidente. Sólo había sido eso. Nadie tenía la culpa.

Weezer continuó bebiendo en silencio dejándole a solas con sus pensamientos. Tras unos minutos, Trent cuadró los hombros.

—Gracias. Ya estoy preparado para volver —antes de levantarse consiguió sonreír—. ¿Estás segura de que no eres un chamán?

* * * * *

Libby se sentó en la silla que antes había ocupado Trent junto a la cama. Tomó la mano inmóvil de Kylie en las suyas pensando con sorpresa lo poco que había tardado en considerar a aquella niña como suya. No sólo porque Kylie representaba la hija que Trent y ella nunca habían tenido, ni porque se hubiera enamorado perdidamente de Trent otra vez. Tenía que admitir que, durante un tiempo, inconscientemente, había utilizado a Kylie como una compensación por lo que ella había perdido. Pero la niña era mucho más que eso, mucho más que un objeto que se pudiera poseer.

No, no era eso. En el fondo del asunto había un hecho indiscutible. La amaba por ser la preciosa y única criatura que era. No importaba lo que pasara en el futuro, Libby se prometió que no volvería a hacer comparaciones con lo que podía haber sido.

Y si Trent no podía perdonarla, tendría que encontrar la fuerza para soportarlo. «Creo que serás un gran mamá». Libby cerró los ojos y rogó a Dios para que le diera una nueva oportunidad.

Una enfermera entró en ese momento y comprobó el estado de Kylie, anotando cosas en el cuadro. Cuando Libby levantó las cejas inquisitivamente, le sonrió.

—Todo va bien. ¿Sabe? Ayuda que le hable. En algún nivel de conciencia puede oírla.

—Gracias.

Cuando la enfermera salió. Libby se sentó en el borde de la cama, de espaldas a la puerta, y tomó la mano sana de Kylie entre las suyas. ¿Qué podía decirle? Tal vez no importara. Lo único que podía hacer era compartir con ella lo que guardaba en su corazón.

—Tesoro, siento mucho que te haya ocurrido esto. Si pudiera haberlo evitado, lo habría hecho. Espero que sigas adorando el esquí como tu papá. Él no suele darse por vencido rápidamente, y apuesto a que tú tampoco.

Trent nunca se había sentido satisfecho si no era el mejor. Muchas veces había tenido que curarle las heridas pero nunca había logrado hacerla desistir de una idea.

—Siento también que perdieras a tu mamá. Recuerdo lo que se siente. Es como si los colores vivos del mundo se convirtieran en una mancha gris —tragó con dificultad—. Y tú has tenido suerte, sin embargo. Tienes un papá maravilloso que te adora. Mi padrastro, sin embargo… —cerró los ojos al recordarlo—. No me odiaba. Era peor. Creo que no le importaba lo que me ocurriera. Siempre y cuando me mantuviera lejos de su camino, convivíamos. Durante un tiempo. Hasta que… —se detuvo—. Lo único que quería más que nada en el mundo era una familia. Una mamá y un papá que se amaran locamente y adoraran a sus hijos. Que rieran. Eres más afortunada que muchos niños, Kylie. Tienes un papá maravilloso y unos abuelos que se preocupan por ti. Por eso te pido que despiertes y regreses con ellos. Conmigo.

Se llevó la mano de la niña a los labios y la besó dejando que las lágrimas corrieran libremente.

—Te quiero tanto, cariño. Yo… yo no podría soportar perderte —su voz se rompió y quedó reducida a un susurro—. No como ocurrió con mis otros bebés.

—¿Bebés?

La palabra retumbó en la habitación silenciosa y Libby se quedó sin respiración. Durante un segundo permaneció paralizada, incapaz de girarse. No podía pensar en nada más que en aquel médico que la miraba tras las gafas mientras sus palabras insensibles destrozaban la parte más íntima de su ser.

—¿Libby? —el tono de Trent era impaciente.

Como si estuviera en trance, se obligó a mirarlo. Trent estaba al pie de la cama, con una expresión de absoluto desconcierto.

—¿Qué quieres decir con «bebés» en plural?

Cada sílaba fue como un mazazo. Sin pensar, se tapó la boca con la mano y salió corriendo de la habitación.

* * * * *

Consternado. Trent se quedó a medio camino entre la cama y la puerta indeciso entre la necesidad de correr tras Libby y la de quedarse junto a Kylie. Se preguntó qué habría querido decir Libby. Tal vez el aborto hubiera sido de gemelos. Se acercó a la ventana y después se dio la vuelta. No, lo habría sabido. Miró hacia la puerta y después a Kylie, su pecho subiendo y bajando con cada respiración. No podía dejarla sola.

Pero tenía que ir a buscar a Libby. La mirada con que había abandonado la habitación era de una angustia horrible, pero sobre todo, de pánico.

Se frotó la cara y pensó que tal vez ella no había querido decírselo. Fuera lo que fuera, era importante. Hacía poco los dos habían prometido que siempre le dirían la verdad a Kylie. ¿Pero qué secreto le ocultaba Libby a él? ¿Y desde cuándo?

Se sentó en el sillón que había en la esquina. En ese momento tenía que centrar su atención en Kylie, pero en algún momento tendría que enfrentarse a Libby. La amaba, pero era evidente que ella no podía confiarle todos sus secretos. Si algo había aprendido en su vida, era que una relación en la que faltaba la confianza estaba condenada al fracaso. Dejó caer los brazos a ambos lados del sillón y apoyó la cabeza. No recordaba haber estado nunca tan cansado física o mentalmente.

Todas sus esperanzas, una nueva vida en Whitefish, seguridad para su hija una nueva relación con Libby de pronto parecían amenazadas. Pero él sacrificaría todo por una señal de que Kylie estaba recuperando la consciencia.

El hospital, los olores, la eficacia silenciosa con que operaban los trabajadores, incluso el sabor amargo del café, eran un vivo recuerdo de las últimas horas con Ashley cuando la esperanza iba desapareciendo con cada nuevo análisis de sangre.

Ya no le quedaban más lágrimas. Dejó caer la cabeza y cerró los ojos. Y así lo encontró Weezer una hora después.

Weezer se acercó a la ventana, los ojos fijos en el horizonte en el que se divisaban unos hilos de luz. La oscura noche había pasado. El nuevo día estaba amaneciendo. Igual que habría de hacer Kylie.

La niña se recuperaría, de eso no tenía dudas. No podía decir lo mismo de Trent o de Libby. Algo había ocurrido entre ellos. No había creído ni por un momento que la preocupación por Kylie fuera la única razón de que Libby hubiera regresado a la sala de espera con los ojos hundidos y llenos de desesperación.

En cuanto a Trent, no había hablado en todo el tiempo que ella había estado en la habitación de Kylie con él. Parecía estar presa de la misma preocupación sin límite que Libby, pero además tenía los labios fruncidos como no los había tenido antes.

Al crecer en una reserva, Weezer sabía perfectamente cómo rastrear, pero la mayor parte de su vida la había pasado buscando pistas en el lenguaje corporal y las expresiones de la gente más que en las marcas dejadas por los animales en el suelo húmedo. Fuera lo que fuera lo que les hubiera ocurrido, los estaba torturando.

Finalmente, él se levantó. Weezer inclinó la cabeza para contemplarlo y al principio no oyó el repentino grito ahogado de Trent.

—Cariño, abre los ojos otra vez. Soy papá.

Trent se inclinó sobre Kylie. Weezer se acercó, pero no observó cambio alguno en la expresión de la niña.

—Por favor, tesoro, abre los ojos.

El movimiento había sido casi imperceptible momentos antes, y después un poco más pronunciado. Los párpados de Kylie temblaron. Esta vez, Trent habló con voz más vigorosa.

—Abre los ojos, Kylie.

Weezer se llevó las manos al pecho en señal de súplica. Los párpados de la niña se estremecieron de nuevo pero seguía sin abrir los ojos. Entonces, los dos se dieron cuenta de que los dedos de la mano sana se doblaban débilmente en un esfuerzo por agarrar la sábana.

—Dios, por favor —suplicó Trent.

—Llamaré a la enfermera —dijo Weezer—, y a Libby —y salió de la habitación.

No había hecho sino salir por la puerta cuando oyó una vocecilla que susurraba:

—¿Papá?

* * * * *

Libby levantó la vista cuando Weezer entró en la sala de espera con una gran sonrisa en el rostro.

—Ven.

—¿Kylie? —dijo Libby conteniendo la respiración, esperanzada.

—Está consciente.

—Gracias a Dios —dijo ella exhalando el aire contenido en los pulmones.

—Ven a verlo por ti misma —dijo Weezer poniéndole una mano en la cintura.

—¿Está bien?

—Han llamado a la doctora. No sabremos nada con seguridad durante un tiempo pero desde luego ha reconocido a su padre.

Sólo la desesperada necesidad de ver a Kylie empujó a Libby hacia la habitación. No sabía cómo enfrentarse a Trent, pero tenía que hacerlo.

Weezer la empujó dentro de la habitación. Un rayo de sol se colaba por la ventana.

—Está descansando —dijo Trent mirándola emocionado.

—Tesoro, soy la señorita Cameron. ¿Puedes oírme?

Kylie abrió los ojos y una dulce sonrisa se formó en sus labios.

—Hola —dijo débilmente antes de volver a cerrar los ojos.

—Bendita sea —dijo Libby apoyándose en la cama. Nunca antes un saludo le había hecho sentir tanta gratitud.

Weezer también se acercó y miró a Kylie.

—Menuda noche hemos pasado, pero todo volverá a la normalidad con el tiempo —dijo mirando a Libby y a Trent—. Vosotros dos estáis exhaustos. ¿Por qué no dejáis que me quede un rato yo? Id a casa a descansar un poco. Y volved más tarde.

—No —dijo Trent—. Quiero hablar con la doctora. Y tengo que esperar a que lleguen los Chisholm.

Libby sintió mal cuerpo al pensar en ellos. Pero luego se encogió ligeramente de hombros. Si Trent no podía perdonarla, poco importaba lo que pensaran los Chisholm.

—Ve, Libby —las palabras de Trent deberían haberla reconfortado si hubieran sido solícitas, pero sonaron más como una orden.

—Sí —dijo ella inclinándose a darle un beso a Kylie en la mejilla—. ¿Podré volver más tarde?

—Kylie te estará esperando —fue lo único que dijo.

Resignada ante el tono de censura, se dirigió a la puerta cuando oyó que Trent añadía algo más.

—Y yo también.

Se aferró a las palabras mientras se dirigía al aparcamiento. Tal vez fuera su imaginación, pero creía que aún podía haber esperanza.

Pero sólo si le contaba toda la verdad. Y eso significaba revivir el dolor que había encerrado bajo llave muchos años atrás.

* * * * *

Mientras se aproximaban a las afueras de Kalispell. Georgia se cubrió los ojos.

—Un accidente. Y todo por ir a esquiar. No puedo creerlo. Le dijimos a Trent lo que pensábamos de que pusiera a Kylie en peligro de esa forma.

—Habla por ti. Tú le dijiste lo que pensabas. Además, no fue un accidente esquiando. Se cayó en el aparcamiento. Es una niña. Georgia. Esas cosas pasan. No querrás tenerla tan protegida como a una planta de invernadero ¿verdad?

—Es muy típico de él.

—¿Qué?

—Irse por ahí y dejar a su hija a cargo de otra persona.

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