La danza de los deseos – Laura Abbot

Kylie se giró expectante hacia su abuela. Cuando Georgia alzó la mirada. Libby vio el brillo de las lágrimas en sus ojos grises y sólo pudo imaginar el esfuerzo que aquel juego debía de estar suponiendo para ella. Libby sintió mucha lástima. Aquella mujer que deseaba a toda costa conservar la máscara puesta estaba sufriendo.

—Reina Ashley… —comenzó pero se detuvo para aclararse la garganta—. Reina Ashley, eres muy hermosa, por dentro y por fuera.

Kylie hizo que la muñeca se doblara en una inclinación y, con reluciente sonrisa, añadió sus propios cumplidos.

—Y lo mejor de todo, Reina Ashley eres la mejor mamá que conozco.

Libby no pudo contenerse. Extendió la mano y apretó la de Georgia.

—Su hija Ashley debió de ser una mujer extraordinaria —dijo con suavidad.

—Lo fue —murmuró Georgia y al momento su rostro recuperó su habitual expresión impasible.

* * * * *

Trent dejó a Gus disfrutando de su bebida y se acercó al pasillo.

—¿Las señoras quieren beber algo? ¿Vino, cerveza…?

Kylie levantó la vista.

—Está bien —dijo a las dos mujeres—. Yo me quedaré jugando a las muñecas y vosotras podéis ir a hablar de cosas de mayores.

Las dos lo siguieron hasta el salón, donde se sentaron en extremos opuestos del sofá. Gus habló del tiempo y Libby, por su parte, los informó de la evolución favorable de Kylie en el colegio.

—Libby ha estado dándole clases extra para mejorar la lectura —dijo Trent mientras ofrecía a cada mujer una copa de vino.

—No sabía que tuviera problemas —dijo Georgia con expresión sorprendida.

—No es extraño que un niño experimente un retroceso en su aprendizaje tras la muerte de un padre. Pero suele ser temporal —explicó Libby—. Ya está progresando.

—Entonces debemos agradecérselo —dijo Gus.

—No es necesario. Ha sido un placer —dijo Libby sonriendo.

De nuevo silencio y todos decidieron beber al unísono. Trent sacó un taburete de la cocina y se sentó en él en el centro de la reunión.

—Tal vez nos relajemos si admitimos que es una situación extraña para todos.

Libby no necesitó más que una mirada para agradecerle el intento.

—Ya os he contado un poco mi historia con Libby y mis sentimientos hacia ella. Nos hemos vuelto a encontrar y planeamos pasar más tiempo juntos, ver cómo van las cosas. De ninguna manera olvidaré a Ashley. Ella fue muy importante en un momento de mi vida.

—Y yo no quiero que lo hagas —dijo Libby.

Gus lo miraba interesado pero Trent no tenía idea de lo que estaría pensando Georgia.

—Libby es una gran persona. Kylie está loca por ella. Explorar un poco la relación tiene sentido para todos nosotros.

—¿Pero Kylie…? —la voz de Georgia se entrecortó.

Fue Libby quien tomó el hilo de la conversación.

—Lo que Kylie necesita es sobre todo estabilidad y armonía. Sé que la idea de que Trent y yo estemos juntos tiene que ser muy difícil para usted. También soy consciente de lo mucho que amaba a su hija y de que Trent es mejor persona ahora, después de haberla conocido. Lo admiro por ello. Yo también perdí a mi madre cuando era una niña y sé lo que siente Kylie. Le aseguro que nunca la olvidará. Yo no he olvidado a la mía.

Un silencio siguió a las palabras de Libby y Trent se vio incapaz de llenarlo. En ese momento, la alarma del horno saltó, lo que fue un alivio porque le permitió alejarse de la conversación para ir a ocuparse de la cena. Libby se ofreció a ayudarlo y Trent le pasó la ensaladera y la botella con el aliño. Kylie apareció con su Reina Ashley y los Chisholm centraron toda su atención en la niña. Trent tenía dificultades para respirar.

La cena habría sido un desastre de no ser por la actitud inocente de Kylie. Daría lo que fuera por poder ver el mundo a través de los ojos de su hija. Para ella aquello era una reunión de personas que la querían y, desde su limitada perspectiva, lo normal era que todos se llevaran bien.

Cuando Gus empezó a hacerle a Libby algunas preguntas sobre su vida, la cena casi había terminado. Georgia miraba el plato mientras Libby hablaba hasta que finalmente levantó la cabeza.

—¿Por qué te casaste con Trent?

Trent sintió mal cuerpo. Aquella pregunta trajo a su memoria el enfado monumental de Georgia al enterarse de que su hija iba a casarse con él, con o sin su permiso.

Libby no se anduvo por las ramas y, para total satisfacción de Trent, se limitó a una simple declaración:

—Porque lo amaba.

—Por lo que parece el amor no duró mucho. ¿Por qué? —preguntó Georgia con una mueca de desprecio.

Con una elocuente mirada en dirección a Kylie Gus intervino.

—Dejemos este tema para otro momento —y a continuación se giró hacia su nieta—. Y dime, señorita, ¿qué tal en el colegio? La señorita Cam… digo. Libby, dice que cada día lo haces mejor.

Mientras Georgia volvía su atención al plato y Trent rogaba porque la cena acabase pronto, Kylie empezó a contar con profusión de detalles las maravillas de estar en segundo curso.

—¿Y sabéis una cosa? Desde que hemos venido a vivir aquí he aprendido a esquiar.

—¿Esquiar? —Georgia miró a Trent con furia—. ¿Por qué? Es demasiado joven. Esquiar es peligroso. Pero es muy propio de ti, Trent —dijo con total desprecio—. Sólo tú tienes necesidad de probar todas esas endiabladas cosas, pero no dejaré que mi nieta comparta tu idea de la diversión —la última palabra salió de su boca como una acusación—. A este paso, ¿qué será lo próximo? ¿Parapente?

—Los niños empiezan a esquiar a temprana edad por esta zona —terció Libby en defensa de Trent.

—Kylie no es una niña cualquiera —contestó Georgia con irritación—. He perdido una hija y no puedo estar de acuerdo con que mi nieta aprenda a esquiar. No hasta que sea más mayor.

Kylie giraba la cabeza de un adulto a otro.

—Pero a mí me gusta esquiar —dijo con decisión.

—No hay nada más que hablar —dijo Georgia—. Eres mi nieta y te lo prohíbo.

Trent había llegado al límite de su paciencia. Dejó la servilleta en la mesa y se puso en pie.

—Este no es lugar para que prohíbas o permitas nada. Georgia. El padre soy yo.

Con los labios apretados, Georgia miró a los demás. Cuando Gus extendió la mano para tomar la suya, Georgia la retiró.

—Cariño, Trent tiene la ley de su parte, y estoy seguro de que no tiene ninguna intención de poner a Kylie en peligro.

—Él nunca ha sido un hombre responsable —dijo Georgia levantándose—. Siempre recorriendo las montañas arriba y abajo, dejando a su mujer y a su hija para surcar los rápidos con sus amigos. Siempre le importó más su propia diversión que el bienestar de Ashley y Kylie.

—Eso no es cierto y me molesta que lo digas —dijo Trent rodeando encolerizado la mesa. A lo lejos oyó la voz de Gus pidiendo calma.

—Sentaros los dos. Estoy seguro de que podemos comportarnos como personas civilizadas.

—Ese es el problema —acusó Georgia—. ¿Desde cuándo se ha comportado Trent como una persona civilizada?

—¡No so peleéis! —gritó una vocecilla.

Perplejo, Trent se dio la vuelta. Las lágrimas surcaban las mejillas de Kylie.

—Tesoro —dijo acercándose a su silla y tomándola en sus brazos. Georgia tuvo la decencia de mostrarse avergonzada. Por el rabillo del ojo, Trent se dio cuenta de que Libby doblaba la servilleta y la dejaba sobre la mesa.

—No estamos peleando, cariño, sólo discrepamos —dijo Gus.

—Me parece que será mejor que me vaya —dijo Libby poniéndose en pie—. Pero antes, tengo algo que decir. Quiero mucho a Kylie. Cuando era niña, me quedé sin familia, igual que ella. Todos la queréis. Merece lo mejor y eso significa dejar a un lado vuestras diferencias en beneficio suyo —se acercó a Trent y puso un mano en su brazo, al tiempo que besaba la mejilla mojada de Kylie—. Buenas noches, cariño. Nos vemos el lunes en clase bien temprano. ¿De acuerdo?

—Vale —contestó la niña entre sollozos.

—Sé dónde está la salida —dijo a continuación mirando a Trent—. Ocúpate de tus invitados. Gracias por la cena.

De espaldas a los Chisholm, sólo él pudo ver el brillo de las lágrimas en sus ojos. Verla marchar era lo más difícil que había tenido que hacer en mucho tiempo. Quería correr tras ella y tomarla en sus brazos. Agradecerle la nota de dignidad que le había puesto a la velada.

—¿Papá?

Ajeno a la presencia de sus suegros, miró los ojos enrojecidos de su hija.

—¿Qué preciosa?

—Quiero mucho a la señorita Cameron. ¿Tú no?

—Yo también.

—¿Y podré volver a esquiar?

Trent miró a Georgia durante un momento antes de contestarle con toda la ternura de que fue capaz.

—Por supuesto.

* * * * *

Antes de encender el contacto del coche, Libby se sentó en el coche repasando lo que había ocurrido en la cena. No había esperado una bienvenida calurosa por parte de los Chisholm y la tensión se había hecho evidente desde el principio, aunque tras el juego con las Barbies se había sentido optimista. Sin embargo, el trato de Georgia hacia Trent con el tema del esquí la había dejado perpleja. No había excusa para semejante comportamiento delante de Kylie. La súplica de la niña se le había quedado grabada en la memoria.

Libby encendió el coche y salió a la calle. El viento vapuleaba las copas de los árboles al igual que Kylie debía de sentirse en medio del fuego cruzado entre unos adultos con diferentes expectativas de la vida.

A medio camino, Libby no pudo evitar pensar si no habría cometido un terrible error. Los Travers eran buenas personas, comprensivas. Al contrario, la dinámica entre los Chisholm y Trent era difícil. ¿Habría alguna posibilidad de formar una familia después del desastre de la noche? ¿Había cambiado Trent realmente? Le resultaba difícil ignorar las acusaciones de Georgia refiriéndose a sus excursiones con los amigos que no hicieron sino agudizar sus antiguas inseguridades. Suspiró. ¿Hasta que punto era importante para ella formar una familia? ¿Sería capaz de conseguirlo algún día, especialmente con aquel hombre?

Cuando llegó a casa, se había calmado lo suficiente para comprender que tenía dos opciones. Podía desaparecer de la escena para que la paz entre los Chisholm. Trent y Kylie volviera a reinar, y de paso protegerse. O… podía quedarse y luchar por el hombre al que amaba y por la familia que esperaba formar junto a él.

No tenía dudas. Los Chisholm estaban hundidos por la pérdida de su hija. Si elegía quedarse junto a Trent, no le resultaría fácil ganarse su confianza. Tal vez fuera imposible.

Pero no podía seguir engañándose. En su vida ya había tomado antes la vía fácil. Dos veces. Una vez cuando tenía dieciocho años, una época que no deseaba revivir, y la otra, con su divorcio.

No volvería a hacerlo. Si no se enfrentaba a los desafíos, pondría en peligro el bien más precioso que uno podía desear: el amor.

* * * * *

Mientras Georgia metía a Kylie en la cama, Trent retiró los platos de la mesa y se reunió con Gus en el salón. No veía el motivo para evitar lo obvio.

—Parece que he estado un poco torpe.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Gus.

—Sabía que los dos os disgustasteis cuando Kylie y yo nos mudamos. Tal vez no debería haber empezado con Libby tan pronto.

—No voy a engañarte. Me resulta extraño verte con otra mujer. Georgia lo está pasando peor. Se aferra al recuerdo de Ashley y le resulta difícil aceptarlo —suspiró—. Pero supongo que deberíamos haber estado preparados para ello. Eres joven. No podemos esperar que llores su falta toda la vida. Somos sobreprotectores con Kylie y admito que tengo mis reservas. Si Libby y tú os divorciasteis una vez, sería por algo. ¿Qué podría evitar que volvieran a surgir las dificultades?

—No era el hombre adecuado para ella en aquel momento —contestó Trent al pensar que Gus podía tener razón en cierta manera—. Pero ahora no somos las mismas personas.

—¿Y cómo es eso?

—Por una parte, ahora nos comunicamos más abiertamente.

—¿Y?

—Mi vida lleva un rumbo. Tengo un trabajo que me emociona.

—¿Y Kylie?

—Está adaptándose. Cuando encontremos una casa propia, será todavía mejor. Ha hecho amigos. El colegio no es fácil. Libby y ella están muy unidas.

—El hecho de que se lleve bien con tu hija no es motivo suficiente para volver a salir con tu ex mujer.

—Eso es un extra pero hay una razón mucho más poderosa.

—¿Cuál?

—Que la amo —dijo él consciente de que no podía perder nada por decir la verdad.

—En ese caso, no tenemos más opción que tomarlo lo mejor posible. Pero tendrás que darnos tiempo hijo —su voz se entrecortó—. No queremos perderos a Kylie y a ti. Yo no quiero.

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