La danza de los deseos – Laura Abbot

Después de la buena mañana que había pasado, esperaba que el estrés de la pasada semana hubiera desaparecido. Sin embargo, una sencilla llamada había bastado para someterla de nuevo a un terrible estado de nervios.

Entró en su habitación, se quitó la ropa de entrenar, y se metió en la ducha. Durante diez minutos, permaneció allí, dejando que el agua resbalara por sus músculos doloridos. Aunque reticente, al cabo de un rato salió y se secó, envolvió el pelo en una toalla y se acercó al armario para buscar la bata. Mona estaba estirada a los pies de la cama, la cabeza levantada y sus ojos verdes clavados en Libby como si pudiera percibir el desequilibrio emocional de su dueña.

Entonces sonó el timbre y Libby dio un salto. Atándose el cinturón de la bata, se puso las zapatillas y se dirigió a la puerta preguntándose si sería algún boy scout vendiendo palomitas o entradas para un concurso de talentos. Cuando vio que era Trent, se sorprendió al notar la oleada de calor que le subía al rostro. Abrió la puerta y se hizo a un lado para dejarlo entrar.

—Entra.

Este atravesó el umbral y se detuvo consciente de su estado de semi desnudez.

—Yo… ¿Te pillo en buen momento?

—Acabo de salir de la ducha —dijo ella cerrando la puerta—. Espera un momento. Voy a cambiarme.

Trent la tomó por la muñeca entonces y con voz seductora le hizo una sola pregunta.

—¿Por qué?

Libby se giró para mirarlo consciente de que su piel desnuda estaba cubierta por un fina capa de tela.

—No lo sé.

—Yo tampoco —dijo él rodeándola con los brazos e inclinándose un poco sobre ella le besó el cuello y después le mordisqueó el lóbulo de la oreja—. Qué bien hueles.

Sujetándole las solapas del abrigo, Libby se puso de puntillas y le dio un leve beso en la mejilla.

—Creo que esto no es una buena idea.

—Dame una razón.

Por mucho que quisiera, no se le ocurría ninguna razón, especialmente cuando sentía la piel arrebatada y las piernas temblorosas. Sin aliento, cometió el error de mirarlo a los ojos en los que se reflejaba su propio, y arrollador, deseo.

—No puedes, ¿verdad? —susurró él metiendo los dedos bajo la toalla que le sujetaba el cabello e introduciendo los dedos en la mata húmeda—. Eres tan hermosa…

No pudo hacer nada para evitar perderse en el aroma, la sensación, la cercanía de Trent. Y se besaron. Sólo cuando notó que la bata se abría retrocedió y se tapó con dedos temblorosos.

—Trent, creo que no estoy preparada.

Trent la miró divertido.

—Sí que lo estás. Igual que yo, ¿no crees?

—Vamos demasiado rápido —dijo ella consciente de que sus palabras se debían a su estado de evidente confusión—. Y esta vez hemos acordado que se trataría de algo más que… —se sonrojó— ya sabes. Quiero decir que sólo han pasado unos días. Tenemos que superar demasiadas cosas. No deberíamos complicar la situación con…

—Puedes decirlo, Lib. Sexo —sonrió con maldad—. Pero tienes razón. Esta vez va a ser algo más. Y sólo ocurrirá cuando estés preparada. Así que… —la tomó por los hombros y haciéndola girar sobre sí misma la despidió dándole un cachete en el trasero— corre a vestirte.

Libby entró en el dormitorio sin saber si sentía alivio o decepción. Se puso unos vaqueros y una camisa de felpa y bajó al salón donde encontró a Trent sentado en el sofá acariciando a Mona.

—Parece que han pasado siglos desde el miércoles por la noche —dijo éste.

—Lo sé —dijo ella enroscándose en el extremo del sofá—. Gracias por darme tiempo. He roto con Doug.

—¿Qué tal fue?

—Bien —respondió ella encogiéndose de hombros.

—La decisión que hemos tomado está afectando a mucha gente, ¿verdad?

—Doug. Kylie.

—Y los padres de Ashley —dijo él tomándole la mano—. Tengo que advertirte. Están molestos. Georgia sobre todo. Gus tiene una opinión más abierta, pero ambos están preocupados. Georgia piensa que Kylie olvidará a su madre.

—Pero no dejaremos que ocurra eso.

—Eso es lo que les dije.

—Están muy asustados. Y lo entiendo. Kylie es lo único que les queda de Ashley. ¿Conseguiste tranquilizarlos?

—Espero que tú puedas ayudarme.

—¿Yo?

—Han aceptado conocerte. Si tú estás preparada, claro. Kylie también estará allí.

Jeremy Kantor pasó a un segundo término. Los padres de Ashley representaban un desafío formidable e inevitable. Si tenía algún futuro con Trent y Kylie, habría que incluirlos. ¿Qué tipo de relación sería cuando ellos estuvieran delante?

—¿Lib?

Quería esconderse bajo las mantas como una niña pequeña huyendo del hombre del saco.

—¿Vendrás a la cabaña a cenar esta noche? ¿A conocerlos?

Apoyó la frente en las rodillas. Aunque reticente, se daba cuenta de que los finales felices de los cuentos de hadas sólo ocurrían tras el enfrentamiento con las brujas y los dragones. Sólo había una respuesta para Trent.

—Sí.

Capítulo 10

—¿Papa, cómo se escribe «Georgia»?

Trent levantó la vista de lo que estaba cocinando, Kylie estaba inclinada sobre la mesa con un lápiz rojo en la mano.

—Estoy haciendo carteles con los nombres para la fiesta.

—Puedes poner sólo «abuela».

—Sí pero la señorita Cameron no la llamará abuela —se rió Kylie.

Trent la ayudó con el deletreo mientras terminaba de preparar la pasta para la cena. Kylie albergaba grandes expectativas para la cena que tras el debate interior, había decidido celebrar en la cabaña. Kylie estaría en su elemento, y el ambiente resultaría más acogedor para la conversación que el elegante Alpine Lodge o un ruidoso restaurante. Espolvoreó queso parmesano rallado en la fuente y la metió en el horno. La comida olía muy bien pero Trent no tenía demasiado apetito.

Weezer le había llevado dos barras de pan recién horneado y también un consejo: «Todo a su tiempo, hijo».

A las seis menos cinco, la mesa estaba preparada y las tarjetas de Kylie indicaban el sitio de cada uno. La ensalada ya preparada estaba en el frigorífico y el aroma de salsa marinara y queso fundido llenaban la casa. Trent que se había cambiado la camisa salpicada de tomate por un jersey de cuello alto de color verde, esperaba ansioso junto a la ventana. Kylie hacía guardia bastante nerviosa junto a la puerta.

—Estoy deseando que los abuelos conozcan a la señorita Cameron. Sé que les va a gustar, ¿no crees?

—Sí, claro —contestó Trent sin demasiada fe.

A las seis en punto, se vieron unas luces acercándose a la casa.

—Es ella, es ella —gritó la niña hecha un manojo de nervios—. Es el coche de la señorita Cameron.

Trent sintió un nudo en la garganta. Amaba a Libby y deseaba que aquello saliera bien, que los Chisholm vieran en ella lo mismo que él. Pero, tenía que admitir que les iba a resultar difícil ver más allá del fantasma de Ashley.

—Justo a tiempo —dijo él abriendo la puerta.

—Es la profesora que llevo dentro —confesó Libby mirando interrogativamente.

—No han llegado todavía.

—Hola, señorita Cameron. Ven a ver las tarjetas que he hecho con los nombres.

Y sin darle tiempo siquiera a rozar sus dedos para desearles suerte, Kylie la tomó del brazo y la condujo a la mesa.

Trent las siguió y, admiraron juntos el buen trabajo de la niña. Le puso las manos en los hombros y el acto en sí lo ayudó a encontrar valor. Entonces Libby se giró para mirarlo con unos ojos llenos de calidez y amor.

—Superaremos esta prueba, ya lo verás —susurró.

Lo sorprendió la forma en que Libby había intuido su preocupación como nunca antes había ocurrido, como si años atrás sus caminos se hubieran separado y ahora volvieran a unirse.

—Sí —murmuró él.

—Oigo un coche, papá —dijo Kylie corriendo al porche—. Ya están aquí.

—¿Estás segura? —preguntó Trent a Libby antes de acercarse a la puerta.

—Todo lo que cabría estar —dijo ella con una débil sonrisa.

Kylie tomó a su abuela de la mano y la empujó dentro del salón. Gus las siguió a las dos.

Después de quitarse los abrigos y de los saludos de rigor, Georgia echó un vistazo a la habitación.

—Pequeña —dijo.

Trent no pudo evitar autocensurarse. ¿Por qué no habría optado por un restaurante neutral?

—Nosotros preferimos decir que es «acogedora».

—Me recuerda a la pequeña cabaña que tenía mi padre cuando iba a cazar —terció Gus.

Trent posó la palma de la mano en la espalda de Libby.

—Georgia, Gus, me gustaría presentaros a Libby Cameron.

—Es mi profesora —dijo Kylie orgullosa.

—Señorita Cameron —dijo Gus avanzando un paso y tomando su mano sin añadir «encantado de conocerla».

—Un placer —dijo Libby mirando a continuación a Georgia con una sonrisa—. Señora Chisholm, Kylie me habla siempre muy bien de usted. Estaba deseando conocerla.

—Sí, bueno, se puede decir que estoy muy unida a mi nieta —dijo Georgia tras un ligero titubeo.

Trent cruzó los dedos tras la espalda, desesperado por aparentar serenidad. Afortunadamente, Kylie —ajena a toda tensión— salvó el instante.

—Abuela, ven a ver mi habitación. Y mis Barbies —dijo la niña sin perder de vista la bolsa de regalo que llevaba su abuela en la mano—. Tu también, señorita Cameron.

Libby lanzó una rápida mirada hacia Trent, que respondió con un asentimiento con la cabeza para darle ánimo.

—Discúlpeme, señor Chisholm —dijo Libby antes de abandonar el salón con Georgia y Kylie.

—Te apetece algo de beber? —preguntó Trent.

—Un whisky.

Trent preparó la copa para su suegro y se abrió una cerveza para él.

—Salud —dijo entrechocando los vasos.

—Conocernos va a llevar su tiempo —dijo Gus mirando hacia el pasillo que conducía a las habitaciones.

—Lo sé.

—Naturalmente, como abuelos, nos preocupa primordialmente el bienestar de Kylie.

—Así debería ser. Si le dais a Libby una oportunidad, creo que ella sabrá cómo aprovecharla.

—Por eso estoy aquí. Para verlo —dijo el hombre mayor dando un sorbo—. ¿Pero Georgia? No lo sé. Espero que ella pueda considerar la situación con amplitud pero no apostaría. Todavía llora la muerte de Ashley. Supongo que los dos lo hacemos. Probablemente sea siempre así.

—Comprensible —dijo Trent—. Pero para Kylie y para mí, la vida continúa.

—Sólo esperamos que no queráis hacerlo sin nosotros —dijo Gus rodeando a su yerno por los hombros.

Era imposible no captar la nota de miedo en la voz del hombre.

—No ocurrirá. Siempre seréis parte de esta familia.

Gus sólo pudo contestar con un asentimiento, porque fue incapaz de encontrar la voz.

* * * * *

Libby se quedó en la puerta de la habitación de Libby, sintiéndose invisible, el corazón en un puño. Georgia se sentó en el borde de la cama y ayudó a Kylie a desnudar a la última Barbie de la colección, una princesa con un vestido brillante. Alineadas en el suelo junto al armario había, al menos, un docenas de aquellas glamurosas muñecas.

Kylie se giró hacia Libby y señaló el despliegue.

—Siéntate y elige una —Kylie se sentó en el suelo y señaló hacia su abuela para que se sentara a su lado—. Vamos a jugar a las Barbies.

Georgia frunció el ceño levemente como si no estuviera segura de querer tenerla a su lado, pero se sentó y cruzó las piernas. Libby seleccionó una Barbie enfermera mientras que Georgia optó por una vestida de chef.

—Yo me quedo con ésta —anunció Kylie sosteniendo la nueva adquisición—. Es preciosa. La llamaré Ashley. Como mamá.

—¿Recuerdas a mamá? —preguntó Georgia dando un respingo.

—Claro que sí. Le he hablado de ella a la señorita Cameron, ¿a que sí?

—Sí que lo has hecho —Libby buscó la mirada de Georgia—. Su hija debió de ser una mujer muy hermosa. Siento mucho su pérdida.

Georgia se puso rígida como si estuviera intentando mantener el control. Se limitó a asentir con la cabeza en señal de reconocimiento.

Kylie levantó en sus manos a Ashley.

—Es la reina y quiere que la enfermera y la chef se hagan amigas. ¿Verdad, Ashley? —dijo haciendo señales a las muñecas de Georgia y Libby—. Ahora os abrazaréis.

Durante un momento, Libby pensó que la otra mujer se negaría pero finalmente dejó que su muñeca abrazara a la de Libby.

—Hola —murmuró Libby—. Encantada de conocerla.

—¿Cómo está? —respondió Georgia.

—Bien —dijo Kylie—. Y ahora, ¿quién empieza? Quiero que las dos le digáis a Ashley lo que más os gusta de ella —sonrió—. Le gusta oír por qué es la mejor reina.

Libby miró la cara pintada de la muñeca enfermera e hizo que se acercara a Ashley. Georgia se sentó con la cabeza gacha sujetando a su muñeca entre los dedos.

—Eres la mejor reina —comenzó Libby—, porque tienes buen corazón y por eso todo el mundo que te conoce te quiere y nunca, nunca te olvidará.

Autore(a)s: