La danza de los deseos – Laura Abbot

—De tu amiga.

—¿Mi qué?

—Me has oído. Kylie habló de ella bastante. Me dijo que su profesora y tú estuvisteis casados y que ahora os gustáis. Deja que te diga cómo lo dijo exactamente. Sí, os gustáis «como en las películas cuando dos personas están enamoradas», y se apresuró a decirme que en breve será su nueva mamá.

La burbuja de felicidad en la que había estado todo el día reventó.

—Georgia, está adelantando acontecimientos… —comenzó Trent.

—¿Es cierto? —lo interrumpió ella.

—¿Qué parte?

—¿Tienes una relación con esa mujer?

Trent caminó por la oficina. Sabía que los Chisholm se sentirían heridos cuando se enteraran de lo que sentía por Libby pero las circunstancias no eran propicias para discutirlo con ellos aún.

—Eso espero, sí.

—Estaremos allí mañana por la tarde. Y Trent…

—¿Sí?

—A Gus y a mí no nos gusta esta situación. Kylie acaba de perder a su madre. Tu relación con esa mujer es irresponsable y no lo haces en beneficio de Kylie.

—Nunca haría nada que pudiera…

—Nos quedaremos en el Alpine Lodge. Te esperamos allí a las ocho. Solo. Estoy segura de que te haremos recuperar el conocimiento y te ayudaremos a superar esta situación. Adiós.

Se quedó allí de pie, con el teléfono en la mano, sin poder dar crédito. ¿Sus suegros iban a ayudarlo a «superar esta situación»?

¡A la porra todo! Él tenía que respetar la opinión de sus suegros pero ellos tendrían que hacer lo mismo. Su vida no estaba en sus manos, ni tampoco la de Kylie. Sólo él se ocupaba de ambos. Y su hija estaba más feliz de lo que había estado en meses. No podía dejar que nada pusiera en peligro su felicidad ni tampoco la promesa de una nueva relación con la mujer que amaba.

* * * * *

Libby se había quedado dormida y llegó al colegio, sin aliento, momentos antes de que sonara el timbre aun que debía de tener un ángel de la guarda porque los niños la aguardaban sentados, sin armar jaleo, todo sonrisas y con ganas de trabajar. La lección de geografía fue bien y, maravilla, Rory había llegado incluso a levantar la mano voluntario para decir que la lectura de mapas le había servido para mejorar en sus video juegos y el desayuno de Bart no debía de haber contenido mucha azúcar porque había prestado atención toda la mañana.

Y luego estaba Kylie. Cada vez que la miraba, la niña le sonreía con gesto cómplice. Otra razón más para agradecer que no hubiera pasado nada entre Trent y ella la noche anterior. Le parecía que una relación física habría sellado el futuro de Libby de una manera para la que aún no se veía preparada pero la aprobación de Kylie le hacía más difícil contenerse.

En realidad no se trataba de contención. Sin embargo, no podía avanzar en la relación sin haber hablado con Doug. Esa misma mañana, al ver a Mary dirigiendo el tráfico a la entrada al colegio el ánimo se le había venido abajo. No quería herir a Doug. Herirlo a él significaba herir también a Mary. Libby no tenía ganas de que llegara la tarde. Había llamado a Doug en el descanso de la comida y habían quedado para tomarse algo después del trabajo. El tono esperanzado y alegre de Doug la había entristecido profundamente. Se recordó por enésima vez que era un buen hombre pero por motivos que la noche anterior le habían quedado claros como el agua no era el hombre adecuado para ella.

* * * * *

El ambiente tenue del bar debería haber ayudado a apaciguar sus ánimos pero el motivo real del encuentro no hacía sino encrespar los nervios de Libby. En el bar, dos hombres de negocios hablaban en una mesa junto a la puerta; en la barra, una mujer de largas piernas cruzadas sobre el taburete charlaba con el camarero. Libby había elegido ese sitio deliberadamente porque le había parecido terreno neutral. Su casa o la de Doug habría sido demasiado íntimo, demasiado lleno de recuerdos. De camino, no había dejado de darle vueltas a lo que iba a decirle, consciente de que por mucho que ensayara, nada podría prepararla para el momento crucial.

Doug se levantó de una mesa en un rincón del bar y le hizo señas. Iba vestido con unos pantalones informales en color tostado y un jersey de cuello vuelto azul marino.

—Hola, preciosa —dijo dándole un beso en la mejilla y, tras ayudarla a quitarse el abrigo, la invitó a sentarse en el banco. A Libby le pareció más una prisión que un asiento sabiendo lo que había ido a decirle.

No habían hecho más que sentarse uno frente al otro cuando se acercó una camarera.

—¿Desean pedir algo?

—Yo… una copa de Chablis, por favor —dijo Libby aunque no tenía muchas ganas de beber nada.

—¿Y usted, señor?

—Una cerveza.

Cuando se quedaron solos, Doug extendió la mano por la mesa y tomó la de Libby.

—Te he echado mucho de menos.

—Ha pasado tiempo, sí —dijo ella sintiendo que aquello iba a ser muy difícil.

—Demasiado. Esperar se me hace duro —dijo él apretándole la mano—. Sólo espero que haya merecido la pena. ¿Ha sido así?

Libby quería retirar la mirada, evitar sus ojos esperanzados. No había forma de facilitar el trance. Un profundamente sintiendo una losa helada en el corazón.

—Tengo que decirte muchas cosas y espero que me escuches hasta que haya terminado.

—Haré lo que pueda.

En ese momento, la camarera apareció con las bebidas lo que sirvió de excusa para soltar las manos que ella prefirió dejar en el regazo.

—¿Será necesario buscar coraje en el alcohol? —dijo Doug mientras esperaba a que bajara un poco la espuma de la cerveza. Al no recibir respuesta, alzó el vaso y bebió—. De acuerdo. Ya me siento fuerte. Puedes empezar.

El guión que tan cuidadosamente había preparado se desvaneció y se encontró sin saber cómo empezar.

—Eres un hombre maravilloso…

—Vaya. Un comienzo así siempre lleva consigo un gran pero.

—Supongo que así es. No sé cómo decir esto sin que suene horriblemente duro.

—Dilo sin más —dijo él mirando su cerveza.

—¿Recuerdas en Navidad, cuando me preguntaste que si podría amarte algún día?

—Lo recuerdo —contestó él mirándola a los ojos—. Dijiste que pensabas que sí. Lo tomé como un sí.

—Pero Doug aquello era un quizá.

—¿Y ya tienes la respuesta?

—Me gustas mucho —empezó Libby mirando su copa de vino sin tocar—. Tu sentido del humor, tu consideración, la forma en que me tratas como si fuera algo especial.

—Lo eres —murmuró él.

—Tu familia no podría haber sido más maravillosa conmigo y siempre he deseado formar parte de una familia tan adorable como la tuya.

—Otro pero.

—Mereces una mujer que pueda amarte incondicionalmente. Lo he intentado, Doug de verdad. Me gustas más que casi nadie más que conozca, pero… —un nudo en la garganta que no la dejaba seguir— no te amo como mereces ser amado.

—Es él, ¿verdad? —preguntó Doug sin levantar la vista de la cerveza.

No tenía sentido fingir que no comprendía.

—Sí.

Cuando Doug levantó la vista, parecía tener el control de la situación, pero había en su expresión una sensación de vacío.

—Ojalá no hubiera regresado nunca.

—A la larga no estoy segura de que eso hubiera cambiado las cosas. Probablemente habríamos acabado teniendo esta conversación en cualquier otro momento.

—Esperaba que de alguna forma…

—Lo sé. Yo también.

—¿Entonces qué hay entre vosotros dos?

—No estoy segura. Los dos cometimos muchos errores en el pasado. Nos hicimos daño de distinta manera pero no puedo negar que siempre sentí algo por él. Si lograremos superar lo que ocurrió hace años, no lo sé. Lo único que sí sé que tengo que intentarlo.

—No voy a mentirte. Me has decepcionado. Desde el principio, sentí que eras la mujer perfecta para mí. Saber que el sentimiento no es mutuo… bueno, duele —se detuvo y arrastró el vaso de cerveza hasta el centro de la mesa—. Quiero decirte que deseo que seas feliz, pero me resulta difícil pensar que será con otro hombre.

Diciendo esto, se metió la mano en el bolsillo y sacó un billete de veinte dólares que dejó en la mesa.

—No voy a suplicarte, Libby —continuó al tiempo que se levantaba del banco—. No tiene sentido hacer esto más difícil de lo que ya es. Tú quédate —dijo señalando el vino de Libby—. Deja el resto de los veinte como propina.

Viendo el gesto tremendamente dolido de Doug, Libby hizo ademán de levantarse pero éste le puso la mano en el hombro para que no lo hiciera.

—Sé feliz. Libby —dijo con voz grave por la emoción y dándose la vuelta, se dirigió a paso rápido a la puerta.

Desde una salida de calefacción cercana, una racha de aire cálido la envolvió aumentando el color rosado de sus mejillas ya de por sí sonrojadas por la vergüenza y la pena. Montones de cosas que debería haberle dicho se agolparon en su mente aunque sabía que ninguna de ellas habría conseguido suavizar el golpe. Jugueteó con el borde de la copa que finalmente arrastró hasta el centro de la mesa junto a la cerveza de Doug. Él la amaba.

—Señorita, ¿el vino no es de su gusto?

Libby sacudió la cabeza. Aunque el vino hubiera estado agrio, no habría podido compararse con lo que sentía. Había sido una tortura. Doug le importaba y nada en el mundo podría haberla preparado para la angustia que le había producido.

Pero lo suyo nunca habría funcionado. Con Doug nunca había experimentado la sensación de abandono que había sentido en los brazos de Trent la noche anterior cuando hasta la última fibra de su ser había vibrado de deseo.

Miró los vasos, imagen simbólica de lo que podía haber sido, y esperó a que la enormidad de lo que había hecho penetrara en ella.

Para bien o para mal, había hecho su elección y, a pesar de la dolorosa escena con Doug, tenía la sensación de que había hecho bien. Ella nunca podría aceptar un amor a medias, y menos aún después de haber conocido el verdadero amor.

* * * * *

Georgia se cerró el abrigo de piel y se arrebujó dentro de él en el asiento del copiloto. Gus no había dicho nada en los últimos ochenta kilómetros. Había puesto la radio y miraba a la carretera. No le había parecido bien la decisión de su mujer de ir a Whitefish con tanta premura, no sólo porque se había visto obligado a dejar a otra persona al cargo de un importante proyecto, sino porque no le parecía necesario enfrentarse a Trent por la situación entre él y esa mujer.

Georgia no podía evitar pensar en lo torpes que podían llegar a ser lo hombres. ¿Acaso Gus no entendía que aquella relación tenía que cortarse de raíz? Si seguía adelante, se acabarían todas las posibilidades de que Trent regresara con Kylie a Billings, esperanza que ella alentaba en secreto.

Trent nunca había hablado de su primera mujer y a Ashley no pareció importarle. Georgia deseaba que Gus y ella hubieran pedido más detalles sobre Trent. No podía soportar imaginar a Kylie con otra mujer quien llamar «mamá».

Todo el tiempo había tenido un mal presentimiento sobre las razones de Trent para mudarse a Whitefish. Y en ese momento, tenía la sensación de que Gus esperaba de ella un comportamiento civilizado no sólo con Trent sino con esa señorita Cameron.

—¿Y bien? —preguntó por fin extendiendo el brazo para quitar la radio.

—¿Tú qué crees?

—Georgia —suspiró—. ¿Estás segura de que quieres hacerlo?

—¿Cómo puedes tan siquiera preguntarlo?

—Podemos perder muchas cosas.

—¿Qué demonios quieres decir con eso?

—Si Trent ama a esa mujer y Kylie es feliz con la idea, ¿qué bien podemos hacer nosotros inmiscuyéndonos?

—Se trata de nuestra única nieta.

—Eso es exactamente a lo que me refiero —dijo él dándole unas palmaditas en la rodilla.

Georgia sintió un escalofrío. A pesar de la exasperación hacia su marido, éste había dado en el clavo: podían perder a Kylie si no tenían cuidado.

—No creo que este viaje sea oportuno, Georgia pero te apoyaré en todo lo que pueda —añadió Gus tras adaptarse la garganta.

Desviando la mirada, Georgia clavó los ojos en la ventanilla por la que pasaban a toda velocidad imágenes borrosas de las señales de tráfico. No importaba lo que costara, pero ella tenía que asegurarse de que Kylie supiera que sus abuelos la querían mucho y que para ellos su bienestar era lo primero.

Capítulo 9

A la mañana siguiente. Libby se sintió tentada de llamar a la escuela y decir que no se encontraba bien. Las dos últimas noches la habían dejado agotada. Repasó una y otra vez la escena con Doug preguntándose si podría haber facilitado un poco las cosas para suavizar el golpe. No había sido su intención ser cruel. Habría querido decirle más cosas. Explicarle ciertas cosas. Pero Libby sabía que en la salida apresurada de Doug no había sido más que un intento por preservar su orgullo.

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