—¿Sigue en su habitación? —preguntó Libby entrando en la casa y quitándose el abrigo.
—Te estaba esperando.
—¿Cómo lo ha averiguado?
Cuando Trent le explicó lo de las dos mujeres en el autobús, Libby asintió con la cabeza. Debería haberlo previsto.
—¿Qué le has dicho?
—Lo más básico. Cada vez que intento hablar con ella, se tapa los oídos y empieza a cantar a voz en grito.
—No va a querer oír lo que tenemos que decirle pero cuanto más esperemos peor será.
—Tal vez no deberíamos haber dejado Billings —dijo él sacudiendo la cabeza.
—Tonterías —dijo Libby tomándolo por los hombros—. No puedes protegerla de la vida. Las cosas pasan. Lo superará.
—Tendrá que hacerlo —murmuró Trent con los dientes apretados.
—Tenemos que conservar la calma y responder a todas sus preguntas. Lo último que necesita son más verdades a medias.
—De acuerdo. Vamos.
La puerta de la habitación estaba cerrada y cuando Trent llamó no hubo respuesta.
—Kylie, por favor, abre la puerta.
—¡Vete! —se oyó tras un breve silencio.
—La señorita Cameron está aquí. Quiere hablar contigo.
—No me importa.
—O abres la puerta o entraremos de todas formas.
Silencio.
Trent miró a Libby con gesto de impotencia y entreabrió la puerta.
La habitación estaba hecha un desastre. Había un montón de Barbies medio desnudas bloqueando el armario, una colcha guateada tirada a los pies de la cama, y libros y juguetes por el suelo de toda la habitación. Envuelta en una manta junto al cabecero de la cama, Kylie se tapaba los oídos con una almohada. Se negaba a mirarlos.
Libby se acercó a la cama y se sentó con suma cautela mientras Trent acercó una mecedora y, después de quitar todos los peluches que la ocupaban, se sentó junto a la cama.
—Estás enfadada —comenzó Libby—. Y no te culpo.
—Nadie quería hacerte daño, cariño —dijo Trent.
Aparentemente sin darse cuenta, Kylie dejó escurrir la almohada.
—Estoy segura de que tu papá iba a decírtelo —dijo Libby dando así oportunidad de hablar a Trent.
Kylie cruzó los brazos y resopló enfurruñada.
—Lo habría hecho —comenzó Trent—, pero no veía la razón para hacerlo todavía. La señorita Cameron y yo estuvimos casados hace mucho tiempo. Nos dio pena que nuestro matrimonio no durara más pero las cosas pasan. Después de eso conocí a mamá y me enamoré de ella y entonces naciste tú —Trent se detuvo con la garganta áspera—. Yo quería mucho a mamá. Sigo echándola de menos. Ella sabía que yo había estado casado antes pero no le importó. Espero que tampoco te importe a ti. Eso no impedirá de ninguna manera que te quiera y te necesite.
Kylie miraba al techo pero echó una mirada de reojo a su padre. Libby aprovechó y extendió el brazo hasta posar la mano en su pierna.
—¿Puedes decirnos qué sientes ahora? —preguntó Libby.
—Me mentisteis —dijo la niña con dureza.
—Sé que eso es lo que te parece ahora —comenzó Libby—. ¿Pero habría habido alguna diferencia si te hubieras enterado antes?
Ambos esperaron mientras Kylie consideraba la pregunta acariciando mientras tanto el borde de raso de la manta.
—¿Kylie? —preguntó Trent sin dejar de mirar a su hija.
—Me gustaba la señorita Cameron —dijo finalmente.
—A mí también. No me habría casado con ella si no me hubiera gustado.
—¿Cómo podían gustarte ella y mamá también?
Libby retiró la mano y tensó los dedos a la espera de la respuesta de Trent.
—Hay mucho amor en cada uno de nosotros. Yo he tenido mucha suerte al haber encontrado dos mujeres muy especiales a quienes amar.
—¿Si querías a la señorita Cameron por qué no seguís casados?
Trent miró a Libby con impaciencia. Esta se aclaró la garganta antes de hablar.
—Cariño —dijo—, puedes amar a alguien mucho y que después las cosas cambien. Las personas cambiamos. Tú también cambiarás. A veces es mejor seguir adelante. Piensa que si tu papá no hubiera conocido a tu mamá y no se hubiera casado con ella, tú no habrías nacido, preciosa niña —como en una nube, Libby se oyó hablar lamentando lo que podía haber sido.
—Cariño, un día me dijiste que la señorita Cameron era maravillosa. Te gustaba tenerla como profesora. ¿Por qué has cambiado de opinión?
—Pensé que yo le gustaba pero no por ti —dijo la niña con los ojos húmedos.
—Y me gustas tú —dijo Libby conteniendo las lágrimas—. Eres una niña muy especial.
—Kylie, siento muchísimo no habértelo contado antes —dijo Trent—. ¿Podrás perdonarme?
—Supongo —dijo Kylie mientras una lágrima surcaba una de sus mejillas.
—¿Hay algo más que te preocupe? —preguntó Libby acercándose a ella.
—Que no tengo una mamá —dijo la niña en apenas un susurro.
—Tesoro, desearía que las cosas fueran diferentes —dijo Trent perplejo.
Kylie miró a su padre y tras ello se giró hacia Libby muy despacio, y de nuevo hacia Trent esta vez con un atisbo de sonrisa en los labios.
—Podrían serlo.
—No creo…
—Has dicho que amabas a la señorita Cameron —dijo la niña como si su padre no hubiera dicho nada—. Ya sabes, cuando estabais casados.
—Y así era.
—Pero las cosas cambian, eso has dicho, y también la gente —dijo mirando a Libby—. Como tú y él.
—Es cierto, pero…
—Entonces podéis volver a casaros.
—Cariño… —protestó Libby.
—Puedes, papá, puedes. Entonces serás feliz y así yo tendré una nueva mamá y podremos vivir en una casa de verdad y…
Trent se levantó de la silla y abrazó a su hija.
—Kylie, cariño, no podemos arreglar las cosas tan fácilmente. Haría lo que fuera para que las cosas fueran distintas, pero…
Kylie miró a Libby por encima del hombro de Trent.
—¿Amabas a mi papá cuando estabais casados?
«La verdad. Nada de mentiras». Libby tomó aire y miró a la niña antes de contestar.
—Sí.
—¿Lo ves papá? —dijo Kylie retirándose para mirar a su padre a los ojos.
—¿Qué?
—Puedes casarte con ella —dijo asintiendo con la cabeza en dirección a Libby.
—No es tan sencillo.
—Sí lo es. Aún te gusta —dijo la niña con obstinación.
Libby contuvo el aliento consciente de que estaban a punto de traspasar la línea.
—Es cierto.
—¿Te gusta mi papá? —preguntó mirando a Libby.
—Sí, pero…
—Está hecho —dijo Kylie escapando del abrazo y saltando al suelo.
Libby extendió un brazo y la tomó por los hombros.
—Cariño, las cosas son un poco más complicadas.
—No lo son —dijo la niña con renovada obstinación—. Estoy segura de que papá te quiere otra vez. ¿A que sí, papá?
Trent se puso en pie y se dio la vuelta tratando de recobrar la compostura.
Kylie lanzó una mirada triunfal a Libby y, atravesando la habitación, se enganchó de las piernas de su padre.
—Díselo papá.
Cuando Trent se giró, la habitación parecía encoger y expandirse con los latidos del corazón de Libby.
—¿La verdad? Te quiero, Lib. ¿Me darás otra oportunidad? —puso una mano en la cabeza de Kylie y miró a Libby—. ¿Nos darás otra oportunidad?
Poniéndose en pie, Libby miró a Trent con detenimiento y se sintió manipulada. ¿Cómo podía ponerla en aquella situación delante de Kylie? ¿Y cómo se atrevía su estúpido cuerpo a reaccionar ante aquellas palabras? Atravesó la habitación y se arrodilló junto a la niña, recorriendo suavemente sus brazos arriba y abajo.
—Me importas mucho. Y también tu papá. Pero ya sabes cómo somos los mayores. Las cosas no siempre son como querríamos. Y algunas cosas llevan tiempo. Mucho. Espero que puedas perdonarnos por el daño que te hemos hecho. Y espero también verte en clase mañana. Te echo de menos cuando no estás. Y también los otros niños. Una cosa más. Te prometo que, a partir de ahora, no volveré a mentirte.
Kylie le echó los brazos al cuello. Y, como si no la hubiera oído, susurró:
—No me importa lo que digas. Papá te quiere y tú no lo odias. Yo… yo también te quiero. ¡Por favor, sé mi nueva mamá!
Y con esas palabras, el corazón herido de Libby terminó por hacerse pedazos.
* * * * *
Cuando Libby se marchó era demasiado tarde para que Kylie fuera al colegio. Trent no podía creerlo cuando su hija se comió todo lo del plato, ni cuando llevó todas sus muñecas Barbie al salón y se puso a jugar con ellas canturreando por toda la casa mientras conversaba con ellas como si no hubiera ocurrido nada. O como si todo estuviera solucionado ya.
Deseaba poder sentirse tan seguro de un futuro con Lib como su pequeña niña. Libby lo había amado una vez. En ese momento sólo le gustaba. ¿Pero le gustaba lo suficiente?
Aclaró el resto de los platos de la comida y tomó un paño. Estaba en juego algo muy importante. Hasta el momento, el proceso de reconquista de Libby le había concernido sólo a él, pero ahora Kylie también contaba.
Ver a Libby ejerciendo su magia con Kylie le reafirmaba en la idea de cuánto la necesitaba. Había nacido para ser madre. ¿Por qué no se habría dado cuenta antes? ¿Por qué nunca comprendió que amar a Libby significaba darle un hijo? ¿Que un bebé nunca habría significado una amenaza, sino una extensión de ella?
Colocó los vasos secos en el armario y empezó con los platos. En aquel momento no había sido capaz de confesarle a nadie lo mucho que lo aterrorizaba la idea de tener un hijo porque estaba seguro de que sería un padre pésimo. Hasta tal punto lo había perseguido la imagen de la noche en que su propio padre salió de la casa para siempre soltando tacos sobre una «zorra» y su «chaval».
Cuando se casó con Libby no sabía las cosas que ahora sabía. No había experimentado nunca la tremenda necesidad de quedarse junto a su hija y protegerla. Y sobre todo, amarla sin condiciones. Los mismos sentimientos que Libby debía de haber sentido por el hijo que perdió.
Y de alguna forma tenía que convencerla de que era un hombre nuevo, uno del que podría estar orgullosa.
* * * * *
Era media tarde cuando Trent se pasó un momento por el Kodiak Café. Weezer se había preocupado cuando Kylie se negó a ir al colegio. La noche anterior Trent la había llamado para decirle que las cosas habían mejorado pero no le había podido dar detalles porque Kylie podía oírlo.
A esa hora del día sólo había un cliente en la barra comiendo una hamburguesa con patatas. Weezer le dio la bienvenida con una sonrisa y dejó a un lado el pedido de provisiones que estaba rellenando.
—¿No necesitas un descanso? Deja que te invite a un café.
Weezer lanzó una risotada.
—Creo que puedo permitirme un par de cafés gratis. Vamos —dijo acompañándolo hacia una mesa desde la que se veía la calle—. ¡Jenny! Sírvenos dos cafés solos, por favor.
Ya con las bebidas servidas, Weezer centró toda su atención en Trent.
—Suéltalo, hijo. ¿Qué está pasando?
—Kylie se enteró de que Libby y yo estuvimos casados.
—Entiendo —dijo Weezer esperando a que continuara. Trent explicó brevemente lo ocurrido en la excursión y cómo Kylie se había sentido traicionada.
—No me extraña —dijo Weezer—. ¿Cómo manejasteis la situación de ayer?
—¿Cómo? Le dijimos la verdad.
—¿Y cuál fue exactamente?
Bajo el escrutinio de Weezer, Trent se sintió de nuevo como un niño que necesitaba confesar sus fechorías.
—Le expliqué que una vez amé a Libby y nos casamos, igual que después amé a su madre.
—¿Y qué le has dicho de la situación actual?
—Le dije que ahora amo a Libby —dijo sintiéndose repentinamente aliviado.
—¿Qué tiene que decir Libby en todo esto?
—Dijo que yo le gusto. Kylie sin embargo, oyó sólo lo que quería oír —dijo Trent jugueteando con el asa de la taza—. Ella… dice que nos casemos.
—¿Y tú qué piensas? —preguntó Weezer con una sonrisa.
—Creo que es la solución ideal para todos —dijo él sin poder contener una amplia sonrisa—. El problema es que Lib acepte.
—No creo que eso vaya a ser particularmente difícil.
—¿No?
—Nunca te he visto renunciar a un desafío. Te creces con ellos.
—He llamado a la hija de Chad para que se quede con Kylie esta noche. Lib y yo tenemos que hablar del pasado, de lo que ocurrió.
—Creo que ya es hora, hijo.
—Por el bien de Kylie, tengo que saber cuál es la situación real. No quiero darle falsas esperanzas.
—A veces los niños ven más allá que los adultos. Apuesto a que su intuición es buena —dijo Weezer y en su rostro arrugado floreció una sonrisa de satisfacción.
Cuando llegó a la oficina. Trent llamó a Libby y dejó un mensaje en el contestador. Daría la cena a Kylie la metería en la cama y llegaría a su casa hacia las ocho y media. Estaba seguro de que Libby no se negaría. Sabía lo importante que era que hablaran.
* * * * *
Tan pronto como regresó a casa, Libby se quitó la ropa de trabajo y se puso unos vaqueros viejos y una sudadera. Los últimos días habían sido emocionalmente muy absorbentes y, a pesar de la insinuación de Kylie de que Trent iba a ir a su casa, no había tenido noticias suyas. Se alegró. Sólo quería pasar una tarde tranquila en casa con Mona, un buen libro y un poco de música clásica para apaciguar los ánimos. Necesitaba tiempo para recomponerse y examinar sus sentimientos. No era justo dejar a Doug esperando ni tampoco dar a Kylie falsas esperanzas.