La casa de los mil pasillos (El castillo ambulante, #3) – Diana Wynne Jones

—Supongo que los hay de todas las formas y tamaños —intervino el tío abuelo William—. Me da la sensación que el regalo élfico es algo que heredan algunos perros, y los reyes antiguos olvidaron cómo criarlos correctamente. Ahora, por ejemplo, cuando Waif tenga sus cachorros a finales de año…

—¿Qué? —exclamó Charmain—. ¿Cachorros? —Waif volvió a menear la cola y puso una expresión aún más recatada. Charmain levantó el mentón de Waif y la miró inquisitivamente a los ojos—. ¿Con el perro del cocinero? —Waif parpadeó tímidamente—. ¡Oh, Waif! —se lamentó Charmain—. ¡Sólo Dios sabe la pinta que tendrán!

—Sólo podemos esperar —dijo el tío abuelo William—. Uno de los cachorros podría heredar el regalo élfico. Pero hay otra cosa importante, querida: Waif te ha adoptado a ti, y eso te convierte en la guardiana del regalo élfico de High Norland. Además, la bruja de Montalbino me ha contado que El livro del palimpsesto también te ha adoptado; es así, ¿verdad?

—Esto… yo… eh… Me dejó hacer algunos de sus hechizos —admitió Charmain.

—Entonces está decidido —resolvió el tío abuelo William acurrucado cómodamente en los cojines—, vendrás a vivir conmigo como mi aprendiz de ahora en adelante. Tienes que aprender a ayudar a Waif a proteger el país correctamente.

—Oh… sí… pero… —balbuceó Charmain—. Madre no me va a dejar… Dice que la magia no es respetable. Aunque seguramente a mi padre no le importará —añadió—. Pero mi madre…

—Yo la convenceré —repuso el tío abuelo William—. Si hace falta, mandaré a tía Sempronia.

—Mejor aún —dijo el Rey—: haré un Decreto Real. Tu madre quedará impresionada. Es que te necesitamos, querida.

—Sí, ¡pero yo lo que quiero es ayudaros con los libros! —exclamó Charmain.

La princesa Hilda volvió a carraspear con suavidad.

—Yo estaré muy ocupada —dijo— redecorando y renovando la mansión —el lingote de oro estaba en el suelo a sus pies. Le dio un suave golpecito con el zapato—; volvemos a ser solventes —añadió con alegría—. Propongo que me sustituyas en la biblioteca para ayudar a mi padre dos veces por semana, si el mago Norland te lo permite.

—¡Oh, gracias! —dijo Charmain.

—Y en cuanto a Peter… —continuó la princesa.

—No hace falta que te preocupes por Peter —la interrumpió la bruja de Montalbino—. Me quedaré con Peter y Charmain a cuidar de la casa, al menos hasta que el mago Norland se recupere. A lo mejor me quedo para siempre.

Charmain, Peter y el tío abuelo William intercambiaron miradas de terror. «Entiendo que sea tan eficiente, se quedó sola a cargo de Peter, al que tenía que proteger —pensó Charmain—. Pero si ella se queda en esa casa, ¡me vuelvo con madre!».

—De ninguna manera, Matilda —replicó la princesa Hilda—. Peter es responsabilidad nuestra, ahora que está claro que es nuestro príncipe heredero. Peter vivirá aquí e irá a casa del mago Norland a sus clases de magia. Tú tienes que volver a Montalbino, Matilda. Allí te necesitan.

—Y los kobolds nos ocuparemos de la casa como siempre habíamos hecho —dijo Timminz con su vocecilla aguda.

«¡Bien! —pensó Charmain—. A mí aún no se me dan bien las tareas del hogar, y creo que a Peter tampoco».

—Bendito seas, Timminz, y tú también, Hilda —murmuró el tío abuelo William—. Sólo de pensar en tanta eficiencia en mi casa…

—Estaré bien, mamá —aseguró Peter—. Ya no tienes que protegerme.

—Si estás seguro —dijo la bruja—, a mí me parece…

—Bueno —intervino la princesa Hilda con al menos tanta eficiencia como la bruja—, ya sólo nos falta despedirnos de nuestros generosos, útiles y algo excéntricos invitados, y agitar los brazos mientras su castillo se eleva. Vamos todos.

—¡Ups! —exclamó Calcifer, y salió disparado por la chimenea.

Sophie se levantó y le sacó el dedo de la boca a Morgan. Este se despertó, miró alrededor, vio a su padre y volvió a mirar. Su rostro se arrugó:

Dwinkle —dijo—. Dwinkle, ¿dónde? —y se puso a llorar.

—Mira lo que has conseguido —le espetó Sophie a Howl.

—Siempre puedo volver a convertirme en Twinkle —sugirió Howl.

—Ni se te ocurra —contestó Sophie, y salió por el húmedo pasillo tras Sim.

Cinco minutos después estaban todos reunidos en la escalera de entrada de la mansión para ver a Sophie y Howl tirar del enfadado Morgan, que estaba llorando, para meterlo por la puerta del castillo. Cuando se cerró la puerta que amortiguaba los gritos de «Dwinkle, Dwinkle, Dwinkle», Charmain se inclinó y le murmuró a Waif, a quien tenía en brazos:

—¿Así que protegías el país? ¡Y yo ni me di cuenta!

Para entonces, la mitad de los habitantes de High Norland estaba reunida en la plaza Real para ver el castillo. Todos miraron incrédulos cómo el castillo se elevaba un poco sobre el suelo y se dirigía tranquilamente a una calle hacia el sur. En realidad, era apenas un callejón.

—¡No pasará! —decía la gente.

Pero, de algún modo, el castillo se estrechó para pasar por el angosto hueco y siguió adelante hasta perderse de vista.

Los habitantes de High Norland lo vitorearon.

***

Notes

[1] Charming en inglés significa «adorable», «encantadora». (N. de la T.)