Enamorada del jeque (Aspirantes al trono #3) – Linda Winstead Jones

—No tiene que marcharse a casa —añadió la joven—. He planeado muchas actividades para las próximas dos semanas. En Silvershire hay muchas más cosas que una reunión con lord Carrington.

—No me voy a casa —contestó Kadir—. Tengo mi yate anclado en el puerto de Leonia, me quedaré allí varios días. Siento estropearle los planes, pero… —levantó la mirada, Oscar se había marchado y estaban solos, al menos, por el momento—. No se me da bien fingir, Cassandra. No creo que sea capaz de verte todos los días y hacer como si no quiera nada más que lo que tú quieres darme. Es lo mejor que puedo hacer.

Dado que nadie los observaba, ella lo miró a los ojos.

—Huyes.

—Sí.

Cassandra sacudió la cabeza con frustración.

—¿No entiendes que eso sólo lo empeorará todo? La gente pensará que, o bien hemos tenido una pelea, o que estamos intentando hacer como si no hubiese pasado nada.

—¡Yo estoy intentando hacer como si no hubiese pasado nada!

—Sí, pero no puede parecer que estamos fingiendo.

—Cassandra…

—Kadir.

Al oír su nombre de labios de ella, su expresión se suavizó.

—Me estás probando —la acusó en voz baja.

—No, por supuesto que no —aunque era cierto que se estaba probando a ella misma—. Leonia es una ciudad muy bonita. Hay buenos restaurantes, el paisaje es precioso. Es una ciudad de veraneo.

—Has estado allí antes.

—Mi hermana tiene una casa de campo en las afueras. Está de vacaciones y me la ha ofrecido mientras ella está fuera, así que puedo quedarme allí mientras tú estés en el yate. Seguiré haciendo de asesora tuya, por supuesto, y podremos recorrer la zona si quieres. Podemos ir incluso a pescar. Es posible que nos sigan los fotógrafos que están fuera de la finca, pero dentro de tres días se habrán marchado porque no les daremos ninguna razón para que se queden y Leonia es un lugar en el que nunca pasa nada.

—¿Quieres que se marchen por aburrimiento?

—Eso es.

Kadir la miró de arriba abajo, fijándose en sus zapatos, el traje y el pelo recogido.

—¿Llevarás ropa más cómoda para ir a pescar que ese triste traje?

—Por supuesto.

Kadir la estudió durante un rato, y ella sintió que la estaba poniendo a prueba. Quería distanciarse de ella. Pero eso arruinaría la carrera de Cassandra. Si la dejaba tirada y se iba a su yate para el resto de su estancia, aquello sería un fracaso para ella. Aquella era la misión más importante que le habían encomendado nunca y no podía dejar que el hombre al que debía asistir se le escapase.

—Vete a casa y haz las maletas —dijo Kadir finalmente—. Nos iremos dentro de una hora.

Cassandra casi lo hizo, pero se dio cuenta de que el jeque y sus hombres ya parecían estar listos para marcharse. No podía arriesgarse a que la dejaran atrás. No quería tener que perseguir a Kadir.

—Mi hermana y yo tenemos la misma talla —dijo Cassandra. Y había también una pequeña tienda en la que podría comprar todo lo que necesitase: ropa interior, cepillo de dientes, maquillaje, lo básico—. Podemos marcharnos en cuanto vosotros estéis preparados —añadió sonriendo muy profesionalmente.

Quizás el jeque quisiese deshacerse de ella, pero no se lo iba a poner fácil. Además, él pronto se daría cuenta de que ella era indispensable… como asesora diplomática, por supuesto.

El puerto de Leonia era un lugar precioso. A Kadir siempre le había gustado estar cerca del mar y estaba deseando instalarse en su yate.

Pero, antes, Cassandra le hizo visitar la ciudad, y él no pudo negarse. Sayyid y Haroun los acompañaron, mientras los otros llevaban todo el equipaje al yate.

Sólo uno de los fotógrafos los siguió hasta Leonia, el resto prefirió quedarse a probar suerte en la capital. A Cassandra le incomodaba el fotógrafo. Aunque no lo comentó, se volvió en varias ocasiones a mirarlo y Kadir podía ver la preocupación en sus ojos.

Una mujer como ella nunca debería preocuparse. Debería ser mimada y protegida y debería dársele todo lo que desease.

Haroun condujo la limusina por la pintoresca ciudad y Sayyid vigiló los coches que pasaban cerca de ellos. Turistas, parejas jubiladas, niños… no parecía haber peligro. Después de parar brevemente en una pequeña tienda, se limitaron a dar vueltas por la ciudad. Cassandra les indicó varios comercios interesantes, una pastelería que hacía unas galletas y un pan deliciosos, los restaurantes que más le gustaban y un pequeño museo que no se parecía nada al de Silverton. Cassandra habló con soltura y profesionalidad, y se mostró algo distante.

Kadir no entendía a Cassandra Klein, a pesar de ser un hombre que solía entender bien a las mujeres. Besaba como si estuviese interesada en algo más que en política y normas, pero actuaba como si nunca hubiese dado un beso en su vida. Se vestía de manera conservadora, incluso triste, pero sus ojos grises brillaban de vez en cuando contradiciendo a su vestimenta.

Hacía mucho tiempo que Kadir no conocía a una mujer que le hiciese olvidar su misión, y aquello no era bueno. Habría sido mejor haberse marchado de la finca de los Redmond antes de que ella llegase aquella mañana, tal y como tenía planeado. Una vez allí, ¿cómo iba a deshacerse de ella?

Y necesitaba deshacerse de ella. No podía pasar las dos semanas siguientes fingiendo que no le interesaba.

Comieron en la terraza de una pequeña cafetería que daba al puerto y atrajeron muchas miradas curiosas, ya que no iban vestidos como los turistas que había por allí, y era evidente que Sayyid y Haroun eran guardaespaldas. El fotógrafo que los había seguido desde Silverton tomó varias fotografías, pero la imagen que daban era bastante aburrida, tal y como Cassandra había planeado. Para cualquiera que los estuviese observando, aquello no era más que una comida de negocios.

Cassandra se ponía muy guapa cuando se relajaba, y a Kadir le hubiese gustado poder capturar aquella expresión con su propia cámara. ¿Recordaría aquel momento con suficiente claridad?

La joven tenía la intención de tenerlo ocupado durante todo el día. Lo próximo que harían sería ir a pescar. Le aseguró a Kadir que tenía todo lo necesario en casa de su hermana. Cuando se marcharon de la cafetería, miró a ver si el fotógrafo los seguía. Pero no lo hizo. Una chica guapa con un traje de baño minúsculo había llamado su atención, al menos por el momento.

La casa de la hermana de Cassandra estaba bastante aislada, justo en las afueras de la ciudad y muy cerca de un muro de rocas que daba al océano. Era sencilla pero bonita y consistía en un salón, dos dormitorios, dos cuartos de baños y la cocina. Las habitaciones eran amplias, lo que hacía que la casa fuese espaciosa y cómoda.

Después de inspeccionar la casa, Sayyid y Haroun se colocaron en las puertas de entrada, Haroun en la principal y Sayyid en la trasera. Cassandra preparó café y luego desapareció en uno de los dormitorios. Después de observar la puerta cerrada durante varios segundos, Kadir se acercó al ventanal que daba al mar. Las olas lo tranquilizaron e intentó dejar de pensar en Cassandra.

Sabía cómo deshacerse de ella de una vez por todas. ¿Pero sería capaz? No era un hombre cruel por naturaleza, en especial cuando algo le importaba. No obstante, tenía que hacer algo.

Cassandra salió del dormitorio unos minutos más tarde y Kadir no pudo evitar sonreír al verla. Se había puesto unos vaqueros azules, remangados hasta debajo de las rodillas, zapatillas de deporte sin calcetines y una camiseta rosa de propaganda de la cafetería en la que habían comido. Se había recogido el pelo en una coleta y aparentaba ser mucho más joven. Parecía libre de preocupaciones y relajada.

Estaba transformada.

—Creo que te valdrá —dijo tendiéndole algo de ropa: pantalones vaqueros parecidos a los que llevaba ella y una camiseta también de propaganda, pero color beige, unas zapatillas de lona y un par de calcetines blancos. Podía haber enviado a uno de sus guardaespaldas al yate para que le llevase su propia ropa, pero Cassandra había insistido en que no era necesario—. Es del novio de Lexie, o de alguno de sus ex maridos. No sé de cuál, pero es más adecuado para pescar que lo que llevas puesto.

Kadir vestía un traje negro y muy caro.

Cassandra miró hacia la puerta principal.

—¿Van a querer venir a pescar tus guardaespaldas? Puedo buscarles ropa, además…

—No hará falta —respondió él dirigiéndose al cuarto de baño para cambiarse. Si quería llevar a cabo su plan de deshacerse de Cassandra, tenía que mantener alejados a sus guardaespaldas.

Hacía muchos años que Cassandra no pescaba, pero todavía recordaba cómo se hacía. Kadir parecía muy cómodo con la caña, vestido con vaqueros y una camiseta. Cuando el viento le retiraba el pelo de la cara estaba muy atractivo.

Pero Cassandra no podía permitirse disfrutar de la vista.

La casa de Lexie estaba muy aislada, así que a la joven no le preocupaban las miradas indiscretas, a parte de los guardaespaldas de Kadir, que no estaban lo suficientemente cerca como para oírlos. Permanecían alerta, pero la serenidad del lugar también los había tranquilizado y Cassandra casi se olvidó de que había personas que querían matar a Kadir y que los guardaespaldas no eran un lujo, eran necesarios.

—¿Vienes aquí con frecuencia? —preguntó Kadir mirando al mar.

—No.

—¿Por qué no?

Así que quería conversación. Era arriesgado, ser simpática con él sin permitir que las cosas fuesen más allá.

—Lexie y yo no siempre nos entendemos. Somos… muy diferentes.

—Yo también tengo una casa en el mar. Incluso cuando hace mal tiempo, el agua me relaja. No estoy seguro de por qué —dijo Kadir casi ilusionado, lo que la sorprendió—. Prefiero estar en mi yate que en cualquier otro lugar del mundo —volvió la cabeza para mirarla con aquellos ojos oscuros—. Las habitaciones son pequeñas, pero muy agradables. Te gustarían.

Parecía pensativo, pero entonces sacó el sedal del agua y se volvió hacia Sayyid. El guardaespaldas no tardó en acercarse. Los dos hombres hablaron en voz baja, parecían estar discutiendo. Luego, ante la sorpresa de Cassandra, el guardaespaldas se marchó.

Sayyid miró atrás más de una vez, pero finalmente se subió a la limusina con Haroun y se dirigieron a la ciudad.

—¿Adonde van? —quiso saber Cassandra.

—De vuelta al yate.

—Pero…

—El fotógrafo que nos había seguido se ha quedado en la ciudad, haciendo fotos a las chicas guapas. Nadie sabía que iba a venir aquí. Mañana todo el mundo lo sabrá y volveré a estar en peligro. Pero hoy, nadie sabe dónde estoy —miró de nuevo hacia el mar. Parecía tranquilo.

—¿Y cómo vas a volver al yate? —inquirió Cassandra.

—Llamaré un taxi —dijo él encogiéndose de hombros—. O quizás vaya andando. Dejarán un bote en el muelle para que vaya hasta el yate. Si mal no recuerdo, no estamos lejos. Será un paseo agradable.

No consiguieron pescar nada, pero estuvieron mucho más a gusto sin la presencia de los guardaespaldas. Kadir parecía estar perdido en la belleza del océano. Posiblemente, no pudiese disfrutar de muchos momentos como aquél, dada su posición.

A Cassandra le gustaba que él tuviese momentos de tranquilidad, no porque aquella fuese su primera misión de verdad, ni porque él quisiese hacer avanzar a su país, ni porque a ella le gustase la idea de ocupar algún día un puesto como el que él tenía. Quería que tuviese momentos de tranquilidad porque le gustaba. No por su posición, ni por querer que Kahani fuese un país mejor. Le gustaba él. Su sonrisa, su mirada y su forma de besar.

El tiempo no iba a detenerse porque estuviesen allí, sentados en las rocas, pescando, pero pasaba más despacio. A Cassandra el corazón le latía más lentamente y respiraba más profundamente de lo habitual, disfrutando de la brisa del mar. El ritmo tranquilo de las olas la relajaba. Era muy agradable, y muy real, y aunque no quisiese admitirlo, le gustaba el mero hecho de estar allí con Kadir.

Pero, por supuesto, lo bueno nunca duraba para siempre. Después de un tiempo, Kadir recogió el sedal del agua y caminó hacia ella con la caña en la mano.

—Deberíamos volver al yate. Es hora de cenar. ¿Me acompañarás, verdad?

Cassandra enrolló su propio sedal.

—¿Cenar? Gracias por la invitación, pero… —había pensado buscar un bote de sopa en la despensa de Lexie—. Tengo que instalarme aquí. Ve tú.

Él sonrió y, de pronto, Cassandra sintió que cenar ella sola un bote de sopa en la cocina de Lexie sería muy triste.