Luego vino el Jihad Butleriano… dos generaciones de caos. El dios de la lógica mecánica fue entonces derribado por las masas, y se impuso un nuevo concepto:
«El hombre no puede ser reemplazado.»
Esas dos generaciones de violencia constituyeron una pausa talámica para toda la humanidad. Los hombres miraron a sus dioses y sus rituales y vieron que ambos estaban llenos de la más terrible de todas las ecuaciones: miedo más ambición. Vacilantes, los jefes de las religiones cuyos seguidores habían vertido la sangre de millones de sus semejantes se reunieron para intercambiar sus puntos de vista. Era un movimiento animado por la Cofradía Espacial, que había comenzado a detentar el monopolio sobre los viajes interestelares, y por la Bene Gesserit, que llamaba hacia sí a las brujas.
Estas primeras reuniones ecuménicas iniciaron dos importantes desarrollos:
1. El reconocimiento de que todas las religiones tienen al menos un mandamiento común: «No desfigurarás el alma.»
2. La Comisión de Traductores Ecuménicos. La C.T.E. se reunió en una isla neutral de la Vieja Tierra, cuna de las religiones madres. Se reunieron «en la común convicción de la existencia de una Esencia Divina en el universo». Cada confesión que poseyera al menos un millón de seguidores estaba representada y, sorprendentemente, llegaron al acuerdo inmediato de una declaración de finalidades comunes: «Estamos aquí para eliminar una de las grandes armas de manos de las religiones en disputa: la pretensión de ser los poseedores de la auténtica, la única revelación.»
El júbilo ante este «signo de profundo acuerdo» se reveló prematuro. Durante más de un año standard, esta declaración fue la única proclamada por la C.T.E. La gente empezó a hablar amargamente del retraso. Los trovadores compusieron canciones mordaces acerca de los ciento veintiún «Viejos Chiflados», como terminaron por ser apoyados los delegados de la C.T.E. Una de las canciones, «Brown descansa», se puso de moda en diversas ocasiones y es popular aún hoy en día:
«Míralo bien, Brown descansa… y La tragedia Le rodea por todas partes.
¡Chiflado! ¡Todos ellos chiflados!
Están cansados… tan cansados Todos los días discutir lo mismo.
Sólo hay tiempo para una cosa,
¡Escuchar la hora del Señor Bocadillo!»
Ocasionalmente se filtraron rumores de las sesiones de la C.T.E. Se decía que se comparaban textos e, irresponsablemente, disturbios antiecuménicos y, naturalmente, inspiraban nuevas chanzas.
Pasaron dos años… luego tres. Los Comisionados, nueve de los primitivos murieron y fueron reemplazados, interrumpieron sus deliberaciones para permitir que los sustitutos se instalaran oficialmente, y anunciaron que estaban trabajando en la elaboración de un libro del cual estarían extirpados «todos los síntomas patológicos» de las pasadas religiones.
—Estamos produciendo un instrumento de Amor para ser utilizado de todas las maneras —dijeron.
Muchos consideraron extraño que esta declaración provocara las peores explosiones de violencia contra el ecumenismo. Veinte delegados fueron reclamados por sus congregaciones. Uno de los comisionados se suicidó robando una fragata espacial y arrojándose con ella al sol.
Los historiadores estiman que los disturbios costaron ochenta millones de vidas. Esto significa aproximadamente seis mil muertos por cada planeta perteneciente por aquel entonces a la Liga del Landsraad. Considerada la época, esta estimación no es excesiva, aunque cualquier pretensión de proporcionar cifras exactas seguirá siendo siempre tan sólo esto… una pretensión. Las comunidades entre mundos estaban por aquel entonces en su nivel más bajo. Los trovadores, por supuesto, se ensañaron más que nunca. En una comedia musical que se hizo muy popular en la época, uno de los delegados de la C.T.E. estaba sentado en una playa de blanca arena, bajo una palmera, y cantaba:
«¡Por Dios, las mujeres y el esplendor del amor Henos aquí divirtiéndonos sin miedo ni temor!
¡Trovador, trovador, cántame otra melodía,
Por Dios, las mujeres y el esplendor del amor!»
Revueltas y comedias son síntomas profundamente reveladores de una época. Traducen el clima psicológico, las profundas incertidumbres… y la esperanza de algo mejor, mezclada con el miedo de que todo se traduzca en nada. Las más eficaces barreras contra la anarquía, en aquel período, fueron la entonces embrionaria Cofradía, la Bene Gesserit, y el Landsraad, que alcanzaba sus 2.000 años de existencia pese a los graves obstáculos que había tenido que superar. El papel de la Cofradía parecía claro: ofrecía el transporte gratuito para todos los asuntos del Landsraad y de la C.T.E. El papel de la Bene Gesserit es más oscuro. Ciertamente fue en aquella época cuando consolidó su poder sobre las brujas, exploró el campo de los narcóticos más refinados, desarrolló el prana-bindu, adiestró y organizó la Missionaria Protectiva, aquel brazo negro de la superstición. Pero fue también el periodo que vio la composición de la Letanía contra el Miedo y en el que fue compilado el Libro de Azhar, aquella maravilla bibliográfica que preserva el gran secreto de las creencias más antiguas. El comentario de Ingsley es quizá el único posible: «Fueron tiempos de profundas paradojas.»
Durante casi siete años, sin embargo, la C.T.E. siguió trabajando. Y al acercarse su séptimo aniversario, preparó al universo humano para un anuncio histórico. En aquel séptimo aniversario, fue desvelada la Biblia Católica Naranja.
—Esta es una obra digna y significativa —dijeron—. He aquí cómo la humanidad puede adquirir la consciencia de sí misma como parte de la total creación de Dios. Los hombres de la C.T.E. fueron calificados como arqueólogos de las ideas, inspirados por Dios en la grandiosidad de aquel redescubrimiento. Fue dicho que habían puesto a la luz «la vitalidad de los grandes ideales sepultados en el polvo de los siglos», que habían «reforzado los imperativos morales que surgen de la consciencia religiosa.»
Con la Biblia Católica Naranja, la C.T.E. presentó el Manual Litúrgico y los Comentarios, un trabajo notable en muchos aspectos, no sólo a causa de su brevedad (menos de la mitad del tamaño de la Biblia Católica Naranja) sino también a causa de su ingenuidad y de su mezcla de autopiedad y autojusticia.
El inicio es una obvia llamada a los dirigentes agnósticos: «Los hombres, no encontrando respuesta a las sunnan (las diez mil preguntas religiosas del Shari-a) se sirven ahora de la propia razón. Todos los hombres desean ser iluminados. La religión es el camino más antiguo y honorable a través del cual los hombres se han esforzado en discernir un sentido al universo creado por Dios. Los científicos buscan las leyes que regulan los acontecimientos. La tarea de la religión es descubrir el lugar del hombre en estas leyes.»
En su conclusión, sin embargo, los Comentarios poseen un tono duro que anunciaba ya su destino: «Mucho de aquello que hasta ahora ha sido llamado religión contenía en sí una actitud de inconsciente hostilidad hacia la vida. La verdadera religión debe enseñar que la vida está repleta de alegrías gratas a los ojos de Dios, y que el conocimiento sin la acción está vacío. Todos los hombres deben recordar que la enseñanza de una religión sólo por medio de reglas y ejemplos ajenos es una completa mixtificación. Una enseñanza justa y correcta se reconoce fácilmente. Se intuye de inmediato, porque despierta en uno la sensación de algo que se ha conocido desde siempre.»
Hubo una extraña sensación de calma mientras las prensas y las imprentas de hilo shiga trabajaban y la Biblia Católica Naranja se difundía a través de los mundos. Algunos la interpretaron como una señal de Dios, un presagio de unidad. Pero los propios delegados de la C.T.E. revelaron lo engañoso de esta calma apenas volvieron a sus respectivas congregaciones. Dieciocho de ellos fueron linchados en el término de dos meses. Cincuenta y tres se retractaron en el término de un año. La Biblia Católica Naranja fue denunciada como un trabajo producido por «la insolencia de la razón». Se dijo que sus páginas vomitaban llamadas a la lógica demasiado engañosas. Comenzaron a aparecer versiones revisadas, adaptadas a la intolerancia popular. Estas revisiones se basaban en simbolismos ya aceptados (Cruces, Medias Lunas, Plumas, los Doce Santos, Buda y cosas así), y muy pronto se hizo evidente que las antiguas supersticiones y creencias no habían sido absorbidas por el nuevo ecumenismo.
La etiqueta puesta por Halloway a los siete años de esfuerzos de la C.T.E.:
«Determinismo Galactofásico», fue tomada ávidamente por miles de millones de individuos, que interpretaron las iniciales D.G. como «Dios en Galeras». El presidente de la C.T.E., Toure Bomoko, un Ulema de los Zensunni y uno de los catorce delegados que no se retractaron nunca de la Biblia Católica Naranja («Los Catorce Sabios» de la historia popular) admitió por fin que la C.T.E. había cometido un error.
—No hubiéramos debido intentar nunca crear nuevos símbolos —dijo—. Hubiéramos tenido que darnos cuenta de que no era tarea nuestra introducir incertidumbres en las creencias aceptadas, que no era tarea nuestra suscitar curiosidades acerca de la naturaleza de Dios. Cada día nos vemos enfrentados a la terrible inestabilidad de las cosas humanas, y pese a todo permitimos que nuestras religiones se vuelvan cada vez más rígidas y controladas, cada vez más conformistas y opresivas. ¿Qué es esta sombra que atraviesa el gran camino del Mandamiento Divino? Es una advertencia a la que resisten las instituciones, a la que resisten los símbolos incluso cuando han errado todo significado y es imposible concentrar en una única summa todo el conocimiento. El amargo doble significado de esta «admisión» no escapó a los enemigos de Bomoko, el cual, no mucho tiempo después, se vio obligado a huir al exilio, con su vida dependiendo del compromiso de silencio de la Cofradía. Se dice que murió en Tupile, honrado y amado, y que sus últimas palabras fueron:
—La religión debe seguir siendo un medio que permita a la gente decirse a sí misma:
«No soy el tipo de persona que querría ser.» No dejéis nunca que se corrompa entre gente satisfecha de sí misma.
Es hermoso pensar que Bomoko había captado el valor profético de sus propias palabras: «Las instituciones resisten.» Noventa generaciones más tarde, la Biblia Católica Naranja y los Comentarios se habían extendido por todo el universo religioso. Cuando Paul Muad’Dib se detuvo con su mano derecha apoyada en el túmulo de piedra que albergaba el cráneo de su padre (la mano derecha del bendecido, no la siniestra del condenado), citó palabra por palabra del «Legado de Bomoko»:
—Tú que fracasaste, dite a ti mismo que Babilonia ha caído y que sus obras han sido derribadas. Yo te digo que el juicio del hombre aún no ha terminado, que todos los hombres permanecen aún en el banquillo de los acusados. Cada hombre es una pequeña guerra.
Los Fremen decían de Muad’Dib que era parecido al Abu Zide, cuyas fragatas habían desafiado a la Cofradía y había llegado un día hasta allá y regresado. Allá, usado en ese contexto y según la mitología Fremen, es el lugar del espíritu ruh, el alam al-mithal, donde todas las limitaciones han desaparecido.
El paralelo entre esto y el Kwisatz Haderach es evidente. El Kwisatz Haderach, que era el fin de la Comunidad Bene Gesserit a través de su programa genético, venía interpretado como «El camino más breve» o «Aquel que puede estar en dos lugares al mismo tiempo.»
Pero puede demostrarse que esas dos interpretaciones derivan directamente de los Comentarios: «Cuando la ley y el deber religioso son una misma cosa, el yo encierra en sí mismo el universo.»
Muad’Dib decía de si mismo: «Soy una red en el mar del tiempo, entre el futuro y el pasado. Soy una membrana móvil a la que no puede escapar ninguna posibilidad.»
Estos pensamientos son idénticos y recuerdan el Kalima 22 de la Biblia Católica Naranja, que dice: «Un pensamiento, sea o no expresado en palabras, es algo real, y tiene los poderes de la realidad.»
Leyendo los comentarios del propio Muad’Dib, «Los Pilares del Universo» tal como son interpretados por sus fieles, los Qizara Tafwid, podemos observar cuáles son las correlaciones entre la C.T.E. y los Fremen-Zensunni.